En pensiones de veinte euros la noche se respira un ambiente más limpio y soportable que en el PSOE de Tenerife. En general al socialismo canario le ha ocurrido lo que le pasa a cualquier organización política con un repentino y muy amplio éxito electoral: se ha vaciado de cuadros que ahora sestean en viceconsejerías y direcciones generales. También es cierto que antes de julio de 2019 el PSOE era ya una organización muy debilitada y bastante deshabitada que prácticamente se había resignado a un papel de músculo electoral y semántica propagandística con todos los males sobrevenidos. En Canarias y en Tenerife el diagnóstico adquiría características propias.

Tenerife llegó a ser la plaza fuerte electoral del PSOE en los años ochenta y buena parte de los 90, mientras la organización grancanaria atravesaba una crisis aparentemente interminable. Cuando, después de doce años como secretario general del PSOE tinerfeño, Juan Carlos Alemán accedió al liderazgo regional, la facción tinerfeña se mostró reiteradamente incapaz de consolidar una referencia que uniera a un partido que era un conjunto medianamente avenido de focos de poder municipales dañados por la extensión de ATI, en especial, al norte de Tenerife y, poco tiempo después, en municipios como San Miguel, Arico y especialmente Arona. Se sobrevivía municipio a municipio, elección tras elección, concejal a concejal, frente a una ola coalicionera que desolaba a viejos y nuevos militantes. Presentarse al Cabildo Insular –prueba de fuego de cualquier secretario general– era un suicidio político frente a figuras de tanta potencia electoral como Adán Martín y Ricardo Melchior. El PSOE de Tenerife –sencillamente – dejó de pensar en Tenerife.

Tampoco tenían un proyecto concreto para el desarrollo de Tenerife los que pergeñaron la candidatura de Pedro Martín, alcalde de Guía de Isora, a la secretaría general entre el verano y el otoño de 2017. Detrás, por supuesto, estaba José Miguel Rodríguez Fraga, que como cualquier dirigente ambicioso y terminante se persigna como un santo. Rodríguez Fraga nunca quiso ser –aunque lo fue brevemente – el secretario general, pero ha sido en la sombra, en realidad, la principal resistencia a Ángel Víctor Torres en Tenerife. Martín ganó la secretaria general frente a la candidata de Torres, Gloria Gutiérrez. Ha sido un desastre. Como presidente del Cabildo –nadie le conoce ni reconoce objetivos estratégicos, agenda política, estilo de gobierno o estrategia de comunicación – y como secretario general: la mayoría absoluta de Arona voló por los aires y Martín no solo se mostró incapaz de evitar la catástrofe, sino que se escondió en las peores horas. Deambulando por los pasillos del Cabildo como el fantasma de Canterville al que su socio –el muy grisáceo aunque ruinito ciudadano Enrique Arriaga– engrilleta más día a día Pedro Martín no parece dirigir el Cabildo, sino escapar de él. Que su alrededor no haya situado a nadie con una mediana inteligencia política no ha mejorado la agonía que vive el exalcalde. Como secretario general no ha entendido ni defendido los intereses de su organización frente a la dirección regional y su interlocución con los responsables locales del PSOE tinerfeño es aproximadamente nula. No es que en el PSOE de Tenerife no se mueva una hoja sin que Martín no lo sepa. No sabe nada y no se mueve nadie.

Torres espera. Cuando gane el congreso regional, allá por noviembre, espera tener cerrado con los tinerfeños un nuevo acuerdo, con algunos cambios en el Gobierno y una nueva candidata a la secretaria general de Tenerife y al Cabildo Insular: Nira Fierro.