Como es comprensible, las noticias relacionadas con el coronavirus copan buena parte de la atención informativa, y esto hace que algunos temas que en otros momentos harían correr ríos de tinta, ahora pasen más desapercibidos. Sirva de ejemplo el episodio de las desavenencias sobre la revalorización de las pensiones que se ha vivido esta semana entre los socios del Gobierno español.

El primer ensayo de cobertura asistencial en España es de 1908, cuando se creó el Instituto Nacional de Previsión (INP) por iniciativa del jurista Josep Maluquer Salvador. Este organismo tomaba como referencia algunas experiencias de seguros privados que ya existían en Catalunya y Euskadi.

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Inspiración alemana

El desarrollo industrial de aquellos dos territorios había propiciado la aparición de un sistema de protección inspirado en el modelo creado por Bismarck en Alemania a finales del siglo XIX. Allí, las grandes empresas tenían sistemas propios de cotizaciones y subsidios para sus asalariados. Gracias a ello se podía pagar una pensión a los trabajadores jubilados que llegaban a los 70 años.

Una de las particularidades del caso catalán es que, paralelamente al desarrollo industrial, entre la clase obrera proliferó la idea de hacer provisión de fondos cara a los últimos años de vida. En este contexto nacieron las cajas de ahorros. La más importante fue la Caixa de Pensions per a la Vellesa i d’Estalvis (CPVE), fundada en 1904 gracias a una obra de teatro.

La leyenda dice que su impulsor, Francesc Moragas Barret, la creó tras asistir al estreno de Els vells. La obra, escrita por Ignasi Iglesias y representada en febrero de 1903 en el Teatro Romea, explica la dramática situación en que se encuentran un grupo de obreros cuando son despedidos de la fábrica con el argumento de que son demasiado viejos para trabajar. Sin ingresos y sin cobertura social, quedan a merced de sus hijos, que los mantendrán como pueden. Els vells tuvo un éxito colosal porque era el retrato de una situación vivida por muchas personas en la Barcelona de la época. Moragas, con la obra en la retina, puso en marcha la CPVE para remediarlo. Nacía aquella idea tan catalana de la libreta en la caja, porque “el día de mañana no se sabe qué puede pasar y conviene tener un as en la manga”.

Maluquer quería extender la protección social a toda España, pero se encontró con una situación muy complicada. Todo estaba por hacer. Hasta el punto de que había zonas rurales donde la gente ni siquiera estaba inscrita en el Registro Civil. Así pues, como se puede imaginar, las desigualdades territoriales eran evidentes y por eso en Catalunya el INP tenía un convenio con la CPVE, que gestionaba de forma autónoma parte de sus fondos obtenidos con las cotizaciones obligatorias. En Euskadi el acuerdo lo tenía con la Diputación de Guipúzcoa, que hacía lo mismo que la caja catalana.

Durante la Segunda República se estuvo a punto de dar un gran paso hacia el Estado del bienestar por iniciativa de otro catalán, Jaume Carner, que fue ministro de Hacienda en 1932. Durante su mandato se creó el impuesto sobre la renta de las personas, pero la victoria de la derecha en 1933 y la Guerra Civil frenaron cualquier intento de instaurar un sistema de pensiones. Hubo que esperar varias décadas.

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Las bases del sistema

En la segunda mitad del franquismo se tomaron algunas medidas, pero solo eran una sombra de lo que se estaba haciendo en la Europa democrática y avanzada. Luego, en la Transición, se sentaron las bases del sistema de protección social con los Pactos de la Moncloa (1978), que se reforzaron en 1995 con el Pacto de Toledo. La idea era racionalizar el sistema, ponerlo al día y crear un fondo de reserva -una hucha- para acumular dinero durante los años de bonanza para no tener que subir impuestos durante las épocas de vacas flacas. Sin embargo, la crisis económica de los últimos años ha vaciado la caja y desde entonces el futuro de las pensiones es una incógnita. Quizá valdría la pena reestrenar Els vells de Ignasi Iglesias para refrescar la memoria a los que tienen que tomar decisiones.