Secuencia de la película dirigida por Regina King.

Regina King alcanzó la popularidad en 2019 tras obtener el Oscar a la mejor actriz secundaria por su interpretación en El blues de Beale Street, si bien debutó en el cine en 1991 con Los chicos del barrio. Desde entonces ha alternado sus intervenciones en series de televisión y en la gran pantalla, donde se le ha podido ver en Semillas de rencor, Jerry Maguire o Enemigo público. Comenzó su trayectoria como realizadora en el formato televisivo, poniéndose al frente de algunos episodios de Shameless y The Good Doctor. Ahora se estrena en el largometraje con Una noche en Miami, adaptación de una obra de teatro de Kemp Powers, quien le acompaña también como guionista en este trabajo.

Una noche en Miami combina personajes reales con acontecimientos ficticios. Reúne a Cassius Clay en el momento de proclamarse campeón del mundo, al carismático líder Malcolm X, al popular cantante Sam Cooke y al deportista de fútbol americano Jim Brown. Estos cuatro iconos se juntan durante una noche imaginaria en la que expresarán sus pensamientos sobre sus responsabilidades como personas influyentes, y sus inquietudes sobre sus actuaciones para ayudar a que el país avance hacia la igualdad y el empoderamiento de las mujeres y hombres de raza negra.

La cinta está eficazmente rodada, interpretada de forma sobresaliente y cuenta con varias secuencias muy relevantes en las que los diálogos y la reflexión implícita aportan notables dosis de entretenimiento y nivel cinematográfico. No obstante, a mi juicio, parte de una serie de hándicaps que le impiden traspasar esa línea que diferencia a los proyectos meramente adecuados y correctos de los brillantes y destacados. No se aprecia autenticidad en la historia, dado que prima sobremanera el propósito de lanzar un mensaje reivindicativo como principal (o único) objetivo, lastrando de ese modo su potencial artístico. El seguimiento del manual de lo políticamente correcto, así como del aleccionamiento y la protesta, por comprensibles y plausibles que resulten, salpican el metraje con cierto tufillo de falsedad.

En ese sentido, me parecen más interesantes y de superior calidad otros títulos centrados en los mismos protagonistas, como por ejemplo Ali, de Michael Mann, que supera ampliamente en cualquier concepto a Una noche en Miami y en el que la denuncia social y política que destilaba igualmente el film protagonizado por Will Smith no restaba otros méritos artísticos y cinematográficos, componiendo una historia más completa y creíble. No obstante, una vez aceptados el afán de protesta y el objetivo de difusión del mensaje, es posible disfrutar de unas dignas actuaciones por parte del elenco y de diversas pugnas dialécticas meritorias.

La película se estrenó en el Festival de Venecia de 2020 y pasó por el de Toronto, si bien posteriormente se decidió que su difusión se realizara a través de la plataforma Amazon Prime, debido a la precaria situación que atraviesa la exhibición en salas de proyección a causa de la pandemia de coronavirus. No cabe duda de que la herida asociada al problema racial en Estados Unidos continúa sin cerrarse y permanece pendiente de solución. Existen numerosos trabajos que tratan dicho conflicto, muchos de ellos de visión obligada por su innegable valor. En este caso, Una noche en Miami se sitúa en un punto medio, todavía a algunos pasos del verdadero lucimiento.

Kingsley Ben-Adir se pone en la piel de Malcolm X, Eli Goree da vida Cassius Clay, Aldis Hodge encarna a Jim Brown y Leslie Odom Jr. asume el rol de Sam Cooke. La mayoría cuenta con largas trayectorias en la pequeña pantalla, aunque a Leslie Odom Jr. se le ha podido ver en el musical Hamilton y a Aldis Hodge en Figuras ocultas y en Jungla de cristal: La venganza. Los cuatro realizan unas efectivas interpretaciones que constituyen sin duda lo mejor de este proyecto.