Define así el diccionario la palabra “logrero”: persona que presta dinero a otros cobrando por ello un interés excesivo o persona que acapara mercancías para venderlas a un precio excesivamente alto.

Es sobre todo acogiéndonos a esta segunda acepción como podríamos llamar “logreros” a muchos de los que han aprovechado la actual pandemia del Covid-19 para beneficiarse como otros desalmados hacen con las guerras.

Cuenta así el semanario alemán Der Spiegel el caso de dos jóvenes que están al frente de una pequeña empresa suiza dedicada al comercio exterior – Emix- y que se hicieron multimillonarios vendiendo mascarillas chinas en la primera fase de la lucha contra ese virus.

La revista no publica sus apellidos y da sólo sus nombres – Luca S. y Jascha R., y dice que desde hace ya medio su caso provoca profunda irritación en la República helvética, algo que va a suceder sin duda también en Alemania tras las revelaciones del semanario.

“Algo especial debe suceder en Suiza para que la gente pregunte por la moral cuando se trata de negocios”, comenta con cierto sarcasmo Der Spiegel.

Y es “algo especial” parecer ser la absoluta desfachatez con la que los dos veinteañeros exhibieron algunos de los frutos de su recién adquirida fortuna: dos Bentleys, un Ferrari de 800 CV, entre otras cosas.

La cuestión es que ambos jóvenes se las arreglaron en su día para venderle al Ejército suizo más de veinte millones de mascarillas, entre ellas las del tipo FFP2, al precio disparatado de diez francos suizos (9.3 euros aproximadamente) la unidad.

La misma semana del mes de marzo en la que se produjo esa venta, otros comerciantes ofrecieron también al Ejército helvético ese tipo de material protector por sólo 3,69 euros la unidad.

En vista de lo sucedido, un abogado de Lucerna presentó una demanda por presunta “usura” ante la fiscalía encargada de los delitos económicos, que tiene su sede en Zúrich.

La sospecha es que esos jóvenes comerciantes, que aparecen con sonrisa de triunfadores en una foto que publica en su útimo número el semanario, aprovecharon la escasez de mascarillas para lucrarse a costa del erario público.

La cosa se complica por la conexión alemana de ese negocio: Luca y Jascha se pusieron también en contacto con varios ministerios y firmaron con el Gobierno de Berlín contratos para la venta de mascarillas a un precio de 5.40 euros la unidad cuando estaban ya mucho más baratas en el mercado mundial.

Por ejemplo, en el mismo mes de marzo, el Gobierno de Baviera compró a otro comerciante un lote de 100.000 mascarillas del mismo tipo (FFP2) a 2.80 euros cada una; el de Sajonia, pagó 3.43 euros por cada mientras que Austria consiguió 235.000 a un precio de sólo 95 céntimos la unidad.

El problema ha salpicado ahora al titular alemán de Sanidad, el cristianodemócrata Jens Spahn, ya que, según Der Spiegel, fue él mismo quien presentó a la empresa de los jóvenes suizos en su ministerio.

Quienes intermediaron en ese negocio, entre ellos la hija de un ex secretario general de la Unión Cristianosocial bávara, no han querido darle al semanario explicaciones sobre el trato con el argumento de que se lo prohíbe una de las cláusulas del documento que firmaron con el Gobierno.

Logreros descarados, los dos jóvenes comerciantes. Pero ¿qué calificativo aplicar, por otro lado, a los laboratorios que han querido aprovechar también la actual pandemia para conseguir que los países paguen el mayor precio por unas vacunas desarrolladas en algunos casos con ayuda del sector público?