Acabo de terminar de leer una obra del psiquiatra Benito Peral titulada Sobre el amor, de la colección Persona. Una aproximación interdisciplinar, con las cargas de profundidad de la experiencia personal del autor, que define al ser humano como bio-psico-socio-cultural. En sus palabras, “(…) esto supone que [el amor] es química, que es biología, que es zoología, que es psicología, que es biografía, que es sociología, que es historia, que es cultura; y, además, es espíritu”. La experiencia del amor está, por tanto, empapada en todas estas salsas y engranajes. Me ha parecido un abordaje muy útil para no dejarnos encandilar por una única dimensión de algo tan profundamente holístico como es amar.

En Cáritas queremos hacer realidad aquella norma sabia de un camino hacia la felicidad que no acaba: “amarás al prójimo como a ti mismo”. No nos vendría mal releernos en todas nuestras dimensiones para cumplir íntegra y adecuadamente con este sublime mandamiento. Me ha encantado el libro y, lo más importante, he aprendido mucho en él. Un libro terminado no puede dejarte igual que cuando lo comenzaste. Lo que se dice de la Biblia de manera absoluta se puede decir, en cierto sentido, de cualquier lectura: no lees un libro, es el libro quien te lee a ti.

El autor dedica bastante espacio a las relaciones de pareja. Y estoy totalmente de acuerdo con su consejo reiterado a lo largo de muchos capítulos: “No te cases mientras estés enamorado”. Lo dice en el sentido de que el enamoramiento es una etapa del amor, y es la etapa menos razonable, menos libre y voluntaria. Y hace falta comer varios sacos de arroz, como dice el consejo chino, para decidir compartir la vida con alguien convirtiendo en familia una relación mutua.

Tal vez esta visión reductiva del amor, tan de novela y serie televisiva, tan cargada de las mariposas que siembra Cupido en el alma, es causa de tantas decisiones inadecuadas que, en su solución inevitable, deja un reguero de dolor y heridas en aquellos pequeños que necesitan cimientos sólidos de amor para comenzar a crecer. Cabeza, corazón y tripas deben estar sintonizados para que la decisión sea correcta y alcance el futuro pretendido.

¿Es posible amar a alguien por quien ya no vibra nuestro diafragma? Precisamente cuando deja de vibrar es cuando podemos decir que comenzamos a amar verdaderamente. Cuando la química se convierte en biografía, sin dejar de ser química. Cuando la ilusión se transforma en encuentro de dos que ya no se entienden sin la complementariedad de la otra persona. ¡Qué maravillosamente hemos sido soñados los seres humanos! No son dimensiones diferentes en las que vamos saltando de una a otra sin continuidad; no, se trata de una experiencia sumativa que va enriqueciendo con pasos sucesivos las etapas anteriores.

Aquellas palabras de San Pablo que tantas veces hemos escuchado en las celebraciones del matrimonio son verdad: “La fe desaparecerá; la esperanza se acabará; pero el amor no pasa nunca”. Claro, si fue amor. No pasa el amor filial, el amor de pareja, el amor de amistad… ¿y el amor social? Ese que nos une a las personas desconocidas que contemplamos en necesidad, ¿ese amor es posible y permanente? Lo es si tenemos sana el alma y amamos con todas las dimensiones humanamente posibles. Porque se retroalimenta con la experiencia del amor recibido. Quien no ha sido amado difícilmente amará bien.

¿Amas? Luego existes…