El nacionalismo es un fenómeno social y político surgido a finales del siglo XIX de la mano del romanticismo que unificó las fronteras políticas con las unidades étnico-culturales. Anteriormente la gran mayoría de la población vivía en diversas organizaciones políticas cuyas fronteras no coincidían con naciones tal como las consideramos ahora. Las identidades nacionales no son objetivas ni estables ni eternas. Se basan en ideales a los que se puede ser más o menos fiel. El nacionalismo es una exaltación exacerbada de nación hasta el punto de tender a considerar que nosotros somos los buenos y especiales y lo malo que nos ocurre es por culpa de los de fuera. Los nacionalistas suelen creer que la autodeterminación política es esencial para nuestra felicidad. Pero el derecho de autodeterminación no está amparado en las leyes internacionales salvo en situaciones especiales de opresión, impedimento significativo de gobierno o colonialismo. El nacionalismo se desarrolló principalmente durante los siglos XIX y XX causando guerras, como las dos mundiales, opresión y genocidio. Frecuentemente divide a la humanidad en campos hostiles: nosotros los superiores y ellos los inferiores. Como indica Yuval Noah Harari, hace muy difícil la cooperación global al pensar en términos de conflictos territoriales, prometiendo a quien muera por la nación que vivirá para siempre en su memoria colectiva. Como ocurre en Cataluña, el separatismo suele tener más apoyos dentro de las clases ricas que en las pobres. El nacionalismo trata de seducir con relatos de heroísmo y desata la furia al mortificarse por las injusticias que padeció la nación propia. Parte de información que sesga el procesamiento cognitivo sin que el ciudadano pueda apenas evitarlo (adoctrinamiento en la educación y en la televisión en Cataluña). Utiliza consignas y soflamas con gran poder de manipulación para lograr la adhesión al grupo (España nos roba). A partir del libro Nacionalismo: una religión del historiador Carlton Hayes, el nacionalismo es considerado por muchos una religión. Las ideas nacionalistas, sobre todo si son extremas, no están basadas en algo objetivo ni racional sino en emociones e, igual que las religiones, se fundamentan en creencias no contrastadas de que los valores, las características y la idiosincrasia de la propia nación la hacen diferente y superior a las del entorno. La soberbia y el egoísmo son dos características típicas del nacionalismo. Por todo ello se entiende que las ideologías nacionalistas cuando se radicalizan terminen siendo peligrosas y destructivas, cayendo con facilidad en violencia y pudiendo llegar a ser terroristas o de estado, de las cuales hay múltiples ejemplos históricos. Los nacionalistas suelen hablar de la propia nación a partir de un pasado histórico propio, lo cual es muy discutible y manipulable pues basta con cambiar el momento de inicio de ese pasado para que la nación sea una u otra. Como afirma el historiador y politólogo Elie Kedourine, ningún factor objetivo es suficiente para fundamentar el hecho nacionalista, constatando de nuevo la falta de objetividad de sus principios de partida. Como señala el profesor de filosofía de la Universidad de Yale Jason Stanlley, “el nacionalismo es la esencia del fascismo”. Mientras que el nacionalismo nos enseña que nuestra nación es única y que tenemos obligaciones especiales para con ella, el fascismo dice que nuestra nación es suprema y que le debemos obligaciones exclusivas. Los nacionalismos, especialmente los separatistas, tienen el grave problema de ser totalmente anacrónicos en el mundo actual, donde cada vez más gente cree que toda la humanidad es el origen legítimo de la autoridad política, y no los miembros de una nacionalidad concreta, y que salvaguardar los derechos humanos y proteger los intereses de toda la especie debieran ser los objetivos supremos de la política. Por otro lado, el mundo más y más globalizado camina hacia la creación de grandes áreas comunes. Las pandemias, los problemas medioambientales, el terrorismo internacional, la migración, la lucha contra los paraísos fiscales, las crisis económicas globales, etc. son problemas globales y no de un pequeño territorio o de una colectividad. Cuanto más pequeña sea la nación más irreal, peligrosa e inútil es su ideología. De esta forma, es mejor identificarse europeo que español y español mejor que catalán o canario.