Es fin de semana, y son casi las diez de la noche... Como en el cuento de la Cenicienta tenemos que volver rápidamente a casa, aunque ahora pensemos, mientras leemos, que ella tenía la suerte de tener dos horas más, pensamos... ¡cómo se agradecerían esas dos horas más!, ¿no?

Quizás cuando leímos el cuento en su día, pensamos que qué poco tiempo pudo disfrutar de una velada, un baile y poder divertirse, cuando para muchos hasta hace un año, la diversión empezaba a las horas de la noche en que ahora nos recogemos. Ahora, con lo que estamos viviendo, el tiempo se nos reduce aún más que a Cenicienta, y nos frustramos, pero quizás, también, y sacando lo positivo, estamos aprendiendo a poder sacarle más jugo a ese breve tiempo y a tenerlo de más calidad.

La situación que vivimos hace que nos reunamos con pocas personas, que quedemos antes y que compartamos con las personas elegidas en ese día el breve tiempo que tenemos, pero intentando disfrutarlo de forma más intensa. Nos reunimos en una mesa y alargamos la sobremesa, charlamos y compartimos, nos desahogamos, nos abrimos. Quizás incluso buscamos nuevas formas de pasar el tiempo con los que nos reunimos, ante unas cartas, un parchís, o algún otro juego de mesa, algo que hace un año, no se nos hubiese ocurrido. ¡Claro que echamos de menos lo de antes!, no cabe duda, y estamos deseando volver a vivirlo pero hasta que esos tiempos lleguen, estamos aprendiendo, cambiando, y aprovechando lo que tenemos para poder seguir disfrutando, aunque sea limitado en tiempo y en espacio.

Es condición inherente al ser humano la adaptación, y de alguna manera, lo estamos demostrando muchos de nosotros, estamos creando nuevos hábitos, nuevos horarios de comidas, de cenas, nuevas formas de entretenernos, y de buscar opciones a la dura realidad que vivimos. Se consigue, pero aún así vivimos frustrados, ansiosos y angustiados, esperando a que las cosas cambien. Porque cuando suenan las campanadas de las 10, volvemos a la realidad que tenemos, el coche no se convierte en calabaza, pero ya no se puede usar, y nuestro vestido, se transformará en un chándal o pijama.

Y es ahí, en ese momento cuando la frustración y la sensación de vacío se apodera y se recurren a aquellas formas que harán pasar el resto del tiempo más entretenido, quizás a solas, o quizás con los que se convive, se intentará llenar ese hueco que deja la noche, a la que no teníamos acostumbrados a acompañar tan temprano en fin de semana. Habrá quien se sirva una copita, quien se tomará una cerveza, quien recurra al móvil, quien continúe la serie de turno o quien reanude el libro que ahora lo transporta a otra realidad, hasta que el cansancio se apodere y toque ir a la cama a esperar otro día más.

Pero sí no hay planes en el fin de semana de poder salir o reunirse, el día se hace largo y las horas pasan lentas, porque ya nos hemos entretenido con todo, estamos aburridos y la imaginación poco puede escudriñar.

Según las estadísticas, durante el confinamiento aumentaron, entre otras, la venta de alcohol, de chándal, las compras compulsivas por internet y el uso de páginas de adultos, pero la realidad es que sigue en la misma línea... ¿qué nos dice eso?

Pues muchas cosas y no muy buenas, ante la adversidad el ser humano busca conductas que generen gratificación, necesita sentirse bien, necesita generar dopamina y adrenalina que son la base de sentirse estables y vivos, y para ello se recurren a actos que les genere eso, y de ahí las estadísticas. El problema es que como se ha alargado en el tiempo, se están creando hábitos en el día a día, que están llevando a una normalización de conductas que antes eran puntuales, y sin quererlo, y cuando vemos que el tiempo pasa y nuestro cuerpo nos lo pide, nos empezamos a dar cuenta de que quizás, estamos creando una necesidad que necesitamos suplir YA, y es ahí cuando despertamos y nos damos cuenta de que, nos estamos enganchando... entonces nos preguntamos, ¿habremos creado una adicción? Lo negaremos, pero dentro de nosotros, sabemos que la duda está ahí... y si dudamos, es que algo pasa.

Hay que estar atento a estas señales, hay que estar atentos a uno mismo y a cómo gestiona lo que está ocurriendo porque cuando el tiempo avance, las costumbres se van asentando.

Sé que son tiempos difíciles, más que difíciles, pero tampoco se puede salir peor de lo que estamos. Son tiempos donde debemos aprender a ser mejores, a llevarlo mejor, a querernos más, a cuidarnos más.

Quizás habría que aprender de Cenicienta, que viviendo como vivía y teniendo oportunidades, las aprovechó, llegó justa, pero llegó. Y cuando se acostó en su cama sonreía por el buen momento que había vivido, saboreó cada instante y no se frustró por no poder estar más. Aprovechemos lo que aún tenemos, disfrutemos lo que sí tenemos, y no nos amarguemos por aquello que temporalmente no podemos hacer.

Sé que es complicado, y duro pero se puede, tenemos la capacidad de elegir racionalmente ser felices con lo que tenemos, es cuestión de actitud, !vamos a intentarlo!