Pregunta brutal e inmediata: ¿aceptaría Casimiro Curbelo ser presidente del Gobierno de Canarias como candidato alternativo en una moción de censura apoyada por CC, PP y Sandra Domínguez, en la actualidad a punto de romper amarras con Nueva Canarias como efecto de la crisis en el Cabildo de Fuerteventura? Si uno se fía de la astucia política demostrada por Curbelo en los últimos treinta años, la respuesta debería ser negativa. Y no solo porque dos años y medio en el poder sería una eternidad poco apetecible. Es que semejante nombramiento tendría unos costes rotundos para Curbelo, y muy superiores a sus hipotéticos beneficios.

La posición privilegiada de la Agrupación Socialista Gomera en el espacio político y parlamentario deriva de su centralidad. Mucho antes de romper con el PSOE Curbelo era esencialmente casimirista. En el ecosistema socialista de los años ochenta, noventa y principios de siglo, la muy amplia autonomía de Curbelo era conocida, reconocida y respetada por la dirección regional. Gobernaba La Gomera como un junker y movía o removía a alcaldes y concejales con los que mantenía relaciones cuasifeudovasalláticas. A cambio Curbelo le daba al PSOE casi todos los votos de su circunscripción: tres de los cuatro diputados de La Gomera y un senador. Una contraprestación muy razonable que los socialistas deshidrataron en una sauna madrileña para franca estupefacción de Curbelo y sus más fieles. Ahora quita y pone gobiernos. Pero atención: la agresión que supondría una moción de censura contra Torres no sería fácilmente olvidada por el PSOE. Sustituir a un presidente socialista no se le perdonaría a Curbelo y su capacidad de negociación a corto y medio plazo con sus excompañeros quedaría muy comprometida.

El Cabildo de La Gomera se transformaría, igualmente, en un problema. El próximo mes de junio Curbelo cumplirá treinta (30) años como presidente de la corporación insular. Es su auténtica fuente de poder y la garantía de reproducción de su liderazgo y proyección en el desarrollo económico y social de La Gomera. Aceptar ser presidente del Ejecutivo canario supondría buscar un recambio al frente de Cabildo. Y el recambio –hombre o mujer– tendría las palancas políticas, inversoras y asistenciales de la corporación en sus manos, es decir, dispondría de los mecanismos para fraguar un liderazgo insular y podría competir con el propio Casimiro Curbelo, algo que el fundador de la ASG se ha preocupado en impedir –a veces con delicadeza y otras con zarpazos feroces– durante décadas.

No, no es un chollo ser arrastrado a la Presidencia del Gobierno porque ahí, en la más alta peana, pueden cubrirte de lentejuelas, pero corres el riesgo de quedarte sin lentejas. Un presidente prejubilatorio, deshabitado y, al final, protocolario, rodeado de consejeros que no son de su partido, su tradición y su gente, me parece un final de carrera harto improbable para Casimiro Curbelo.