Me gusta decir que tomar conciencia de nuestro propio valor y capacidad de equilibrio es maravilloso. “No sentirnos desnudos debería de ser nuestro objetivo”.

La desnudez nos hace frágiles, amenaza nuestra marca y nuestro hitos de gestión. Vivimos ante espejos y nos hace vulnerables; hasta nuestras emociones nos juegan a veces malas pasadas y es necesaria la toma de conciencia para poder ser percibidos con “nuestras mejores galas”.

Las incoherencias, la minimización en capacidad de previsión y ajuste nos va restando capas de fortaleza. La ausencia de humildad y la suma de contradicciones, no resueltas, nos llevan al distanciamiento en nuestro lenguaje, al uso de escapes emocionales más irritables y fríos.

El simple desgaste del poder, unido a una baja estrategia en delegación, nos provoca una exposición pública, en ocasiones, innecesaria. Si nuestro nivel de activación está bajo, gestionemos nuestras manifestaciones con mayor prudencia. Recomiendo mensajes cortos y con tres ideas exclusivamente; es fácil extralimitarnos cuando estamos cansados físicamente y emocionalmente.

La desnudez deriva ocasionalmente de la soledad de las bisagras del liderazgo: por la nostalgia, por la ausencia de compartir logros y decepciones, miedos, inseguridades, incertidumbres en la toma de decisión… El prestigioso psiquiatra español Luis Rojas Marcos (LRM) nos cuenta que “Somos lo que hablamos. El poder terapéutico de hablar y hablarnos. Háblate mucho y con cariño: vivirás más”. Nos cuenta que somos lo que hablamos y lo que nos contamos. Continúa LRM diciendo que “Estoy convencido de que hablar es la actividad humana natural más eficaz a la hora de proteger nuestra autoestima saludable, gestionar nuestra vida, disfrutar de la convivencia y las relaciones afectivas y estimular los dispositivos naturales que facilitan nuestro bienestar físico, mental y social”.

La perspectiva de la vida la implementamos en el lenguaje interior, así nos hablamos, así nos vestimos. Conocernos, comunicarnos y conjugarnos debería formar parte del vestidor de un liderazgo personal y ejecutivo de éxito.

Conjugarnos, ¡qué bonito!, gestionar nuestro pasado, presente y futuro… Poder prever nuestro comportamiento futuro y ser capaz de cerrar las grietas de lo que ya ha pasado; para mostrarnos y mostrar a la ciudadanía capacidad de vivir, saborear, y gestionar el presente con lucidez, visión y energía.

Ser una guía para los demás es la esencia del liderazgo, lo demás es puro intento.

Políticos vestidos

¿Para qué un coach o un psicólogo en los equipos, para qué junto al líder? Pensamos habitualmente en jefes de campaña, en equipos técnicos, personas de confianza, asesores, jefes de prensa, asesores de partido… Y quizás olvidamos, muy a menudo, al corazón y centro que posibilita la reelección, pensamos muy poco en esa persona que esta detrás del cargo público; la esencia detrás de la candidatura política, ese ser humano valioso, difuminado.

Psicológicamente, es necesario aunar las directrices que marcan los asesores, y dar soporte y apoyo a la persona para que resuelva con mayor celeridad sus compromisos, acompañándolo en el cumplimiento de sus objetivos. Proporcionarle un espacio de reflexión, donde nuestro político puede dudar, cuestionar, valorar opciones, expresar sus inquietudes, autoevaluarse, contrastar el cumplimiento de sus metas, reilusionarse.

Es vital diseñar un campo de entrenamiento donde preparamos su puesta en escena, su despliegue personal; analicemos juntos corporalidad, comunicación no verbal, capacidad de conexión y la forma de relacionarse con su entorno. Ofrecer soporte a su reputación, que no es más que el resultado de su branding, de su marca.

Desarrollar conversaciones acerca de sus valores, para llevarlos a la acción y que su coherencia sea la base de confianza que la ciudadanía espera y desea; es multiplicador de resultados, en campaña y en gobierno.

El liderazgo político se desarrolla en un tablero de ajedrez, donde intervienen muchas figuras de valor, y el ser humano que esta detrás de ese cargo público tiene que lidiar y conjugar intereses muy dispares, donde confiar se hace difícil. Conjugan intereses de partido, personales, individuales, de equipo, y es muy difícil para una persona que ejerce un liderazgo desnudarse ante sus equipos o asesores; incluso, puede valorarse como debilidad, restándole valor a nivel orgánico y de cargo público. Son entornos personales inestables e inciertos por naturaleza, al cruzarse intereses de distinta índole.

La exposición pública constante requiere de un equilibrio y reequilibrio regular, que pasa por un gran autoconocimiento y por el establecimiento de márgenes de delegación para que la persona logre un despliegue sostenible; en definitiva, aspectos y entornos en la mayoría de las ocasiones alejados de procedimientos organizacionales o empresariales al uso.

La política nos desnuda, la exposición permanente es una ventana abierta al mundo; elegir qué número de ventanas abrimos y de qué estancias requiere de una estrategia personal consolidada.

@EtikMaite www.etikpolitica.es