Siempre he pensado que la creación es un gesto valeroso que descompone nuestro ego y nos hace renacer cada instante. Muchos días, con indiferencia, veo la lejanía que modifica toda cuestión, y la convierte en causa. Hay formas que son un recomenzar y junto a ellas la aventura se aproxima a un gesto mental.

Después de semejante introducción voy a imponer la disciplina de un músico a mi columna de hoy y junto a unos improvisados acordes buscaré en una guitarra el sueño vertiginoso de la locura. Muchas cosas nacen de la más absoluta fascinación y con el tiempo se integran en la improvisada línea del horizonte. Todas las pasiones se afirman tocando. Entonces: ¿una guitarra es una ilustre dama con sueños de meretriz? Siempre, lo confieso, he visto junto a una guitarra el erotismo que fusiona la piel con la madera. Es importante (opinión subjetiva) darle a la locura una vida complaciente. Y elegir con prudencia los días de cordura.

Qué sea mi primera columna del año la falta de lógica que satisface a la razón y entre sus puntos se esconda la modestia de una enamorada. La verdad ( sonrío) es un desconcierto en sí mismo el encauzar el ideal del amor y ponerlo a disposición de una partitura.