Siempre he tenido claro que proteger la naturaleza es una necesidad. Por ello da gusto leer revistas, boletines o libros relacionados con la naturaleza que te satisfacen en un momento determinado de la vida. Es lo que me ocurrió recientemente en tres ocasiones, en las Navidades del histórico 2020, año de la pandemia del coronavirus-19.

Primero fue por la invitación que me ofreció el catedrático emérito de la Universidad de Navarra, el profesor de Biología ambiental, Luis Herrera Mesa, gomero de nacimiento e Hijo Predilecto de la isla colombina, para que le escribiese el Epílogo de un libro que acababa de escribir que tituló El cambio climático, la sexta edición y la biodiversidad. Obviamente no podían faltar referencias a La Gomera y a su buque insignia natural, el Parque Nacional de Garajonay.

Luego cuando leí el libro, Percepción del sector forestal de canarias, por los técnicos forestales y la ciudadanía vinculada al medioambiente, que redactó un equipo de profesionales encabezado por los ingenieros de montes de Canarias, Juan Carlos Santamarta y Jorge Naranjo, a quienes le acompañaron dos mujeres del sector socioeconómico, Anastasia Hernández y Noelia Cruz. Fue con ocasión de redactar un Proemio que justificase y valorase el contenido del mismo.

La tercera oportunidad se debió a la lectura del Boletín número 65 de la Sociedad Geográfica Española, correspondiente al primer cuatrienio de 2020 y editado en las fiestas navideñas. Contiene un tema único: La protección de la naturaleza, y sus capítulos me resultaron muy sugestivos. De manera particular el que hace referencia a la conservación de la naturaleza en los Estados Unidos, a la Amazonía, a la Universidad y la Red de Parques nacionales españoles, a la protección de la naturaleza como política turística muy rentable y a las áreas protegidas para la sociedad.

De los Estados Unidos de América (USA) me resultó familiar el centenario de la declaración del primer Parque Nacional, Yelowstone, en 1872. Recordé el espíritu conservacionista del mismo, en flora y fauna, que importó a España en 1972 el admirado ingeniero de montes Francisco Ortuño, responsable del servicio de Parques Nacionales. Así mismo el papel desempeñado por John Muir a la hora de proteger a Yosemite años más tarde.

Sirvió para inspirar, educar y preservar. Como me sucedió en las islas volcánicas de Hawaii cuando participé en el Proyecto de Parques Nacionales Gemelos, entre Estados Unidos y España.

Magnífica fue la reflexión que escribió el profesor y geógrafo, Eduardo Martínez de Pisón, al considerar la importancia de la relación Universidad española con la Red de Parques Nacionales y al evocar personajes como Alejandro de Humboldt que me llevó a considerar la Naturaleza como el reino de la Libertad, como bien lo recordó en 1960 el espeleólogo cubano Antonio Nuñez Jiménez cuando escribió un opúsculo sobre Humboldt como Espeleólogo Precursor.

En el mismo sentido disfruté con los escritos de dos excelentes geógrafos españoles, Pedro Nicolás y Rafael Mata, que me llevaron a recordar respectivamente el flamante Parque Nacional de Guadarrama y la historia de la protección de la naturaleza en España, en la que tuve la oportunidad de trabajar con el antiguo Icona, entre 1972 y 1987, en la red de Parques Nacionales de Canarias, especialmente en el Teide y en Garajonay, de los que fui director. Entre 1974 y 1981, y entre 1982 y 1987, respectivamente.

Ambos fueron incluidos por la Unesco en la lista de Bienes Naturales del Patrimonio Mundial, en 2007 el Teide, y en 1996, Garajonay.