En el PP y coros afines se celebran con alborozo las divisiones internas en el pacto del Gobierno de España. El relato es que Podemos está tensando la cuerda hacia la izquierda radical mientras el PSOE se mantiene a duras penas dentro de las fronteras de la cordura. Los analistas finos hacen malabares sobre las tensiones entre Iglesias y Sánchez, que se traducen en posiciones públicas encontradas.

A simple vista parece así. Pablo Iglesias quiere cargarse la Monarquía mientras que Pedro Sánchez parece defenderla. Las declaraciones del primero sobre el Sáhara provocaron un conflicto diplomático con Marruecos. Podemos es partidaria de la autodeterminación de los pueblos de España que aspiren a la conquista de su propia soberanía. Iglesias quiere subir el Salario Mínimo Interprofesional y en el PSOE quieren mantenerlo porque no está el horno para bollos. Y en general, parece que estos dos no se ponen de acuerdo en nada.

Pero solo lo parece. Cualquiera que haya visto algo de cine conocerá los roles del policía bueno y policía malo que solían desempeñar dos detectives que formaban un equipo indestructible. Que son los mismos papeles que se están repartiendo entre Podemos y el PSOE en esta Gobierno. Iglesias y Sánchez comparten la creencia de que más importante que hacer es parecer. Saben del poder de la propaganda y de la fuerza de la imagen. Y todo lo que está rodeando las estrategias de Moncloa viene envuelto en una sólida capa de amianto invulnerable al fuego de la oposición.

Podemos se ha dedicado a jugar el rol de la izquierda verdadera. El nuevo comunismo, vestido de satén en vez de Satán. Son la inspiración interna que defiende a los desheredados, los que están contra la banca, los que quieren impedir los desahucios, liquidar a los ricos y acabar con los reyes. El PSOE aparece como una izquierda moderada, sensata, que quiere hacer todo eso, pero sabe que va a llevar mucho tiempo, porque las cosas de palacio van despacio.

Lo que el PP interpreta como enfrentamientos internos es la escenificación de los papeles que se han dado Sánchez e Iglesias. Y hay que ser muy tonto –o muy Casado– para creerse la película que se están montando de cara al exterior. Sobre todo porque cuando llega la hora de pagar en caja, por ejemplo a los catalanes que apoyaron la investidura y los presupuestos, todas esas aparentes contradicciones se esfuman y es el mismísimo presidente Sánchez el que se mete la mano en el bolsillo para poner sobre el mostrador media docena de indultos y la propina.

Pedro Sánchez y Pablo Iglesias se han repartido la tostada. Saben, por la experiencia de la tele realidad, que para que las parejas sean creíbles tiene que haber tensión y enfrentamiento. Y están ejecutando el guión de forma impecable. Los socialistas se comen el espacio electoral de la moderación frente a Podemos que se asegura el voto fiel, aunque limitado, de las izquierdas de toda la vida. “Es la imagen, estúpidos”, debería gritarle alguien a los dirigentes conservadores.

El recorte

El precio de los viajes: materia reservada

Vivimos la sensación de que esto es una tormenta perfecta. Pandemia, crisis social, paro, pobreza, desesperación creciente... Hay cosas de las que ayer presumíamos, en la vieja normalidad, que parecen haberse esfumado , como si hubieran sido producto de un sueño. Hace no mucho tiempo, viajar de Canarias a la Península era relativamente fácil. Pero la “conectividad” de las islas también está pasando a mejor vida. Se cargaron una de las dos compañías que volaban en la región. Una de las grandes compañías aéreas que operaban con las islas –Spanair– desapareció. Y la otra, Air Europa, lleva camino de acabar digerida por Iberia. Todo el aire que afecta a Canarias se ha convertido en una especie de monopolio. Las frecuencias de los viajes han caído estrepitosamente. ¿Y los billetes? Con menos vuelos, porque también ha caído la demanda, hay menos plazas disponibles, lo que ha supuesto el encarecimiento de las tarifas. Llegó diciembre y otra vez, como cada año, la gente que deseaba venir a las islas o marcharse a la Península ha visto como el precio de los billetes se elevaban a la misma altura que los aviones. Es la misma cosecha que se hace en verano y en los puentes largos de cada año. ¡Cómo debe ser la cosa, que hasta el ministro de Fomento, José Luis Ábalos, se ha negado a revelar los datos de un estudio realizado por la Universidad Pompeu Fabra sobre el encarecimiento de los billetes aéreos con Canarias. Lo ha declarado “materia reservada”. Como si fuera un secreto de Estado. Debe ser que el informe apesta tanto que conocerlo puede ser tóxico para la salud. Ábalos intenta salvarnos de conocer la verdad.