Admitamos que Pablo Iglesias, el líder de Podemos, tiene algo de cabezón. Una imagen a la que contribuye tanto el diámetro del cráneo como el abundante peluco que lo rodea. Pero la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, se refería más a que es un tipo terco y obstinado. Al Gobierno socialista se le está empezando a encoger el ombligo porque Europa les va a pedir cosas que el cabezón no quiere ni de coña.

La gente de Podemos sostiene que no se puede subir el salario de los empleados públicos, los políticos y los altos cargos y no subir el Salario Mínimo Interprofesional. Sobre todo cuando están proponiendo, aseguran, una modesta alza de menos de diez euros. Y no les falta razón. Es una indecencia que el sector público se haya seguido subiendo ingresos y gastos y y no haga lo mismo con quienes se encuentran en el escalón retributivo más bajo del mercado laboral.

Lo que ocurre es que, probablemente, no debía haberse producido ninguna subida en ningún sitio. Las administraciones públicas se nutren de los ingresos fiscales del país. A todos los modernos se les llena la bocaza hablando de sostenibilidad. Pues bien, una sociedad sostenible es aquella en la que los impuestos y tasas que satisface la actividad económica privada permiten sostener los gastos de los servicios públicos. Pensar que lo segundo puede pagarse sin lo primero, a base de pedir dinero prestado, es apostar por un sistema frágil, insano, que alguna vez terminará colapsando.

El modo de vida de España es ahora mismo insostenible. Gastamos muchísimo más de lo que ingresamos. Estamos viviendo de prestado, porque el Banco Central Europeo ha decido respaldar la deuda de los países miembros de la UE. Pero ahí delante, en algún lugar del espacio y del tiempo, nos espera el pinchazo de la deuda soberana. De la deuda país. Y el día en que eso ocurra, los intereses que tendremos que pagar por todo lo que debemos nos van a comer por las patas. Es una calamidad que ya padecimos en la última crisis. Y por tanto predecible.

Hace tiempo que España tendría que haber pisado el freno de políticas expansivas soportadas en endeudamiento. Destinar más recursos a los servicios sanitarios o educativos obliga a ser muchísimo más riguroso en otras áreas públicas. Pero no ha sido así. Las administraciones han seguido viviendo como si la crisis no fuera con ellas. El empleo público ha seguido subiendo como la espuma y estamos batiendo todas las plusmarcas del pasado. ¿Y todo eso quien lo paga? Los créditos. Y las ayudas europeas. Recursos insostenibles.

Cualquier ganadero sabe que si se le mueren las vacas se queda sin leche. Hay que alimentar adecuadamente a los animales que luego vas a ordeñar. Y darles tiempo para que se recuperen y vuelvan a producir. Los efectos de la pandemia han destruido parte del tejido económico de este país. Las ayudas europeas tendrían que destinarse a quienes producen. A las vacas. Pero no les llegarán. Ni los gigantes ni los cabezones están pensando en ellos.