Cuando creías tener bien agarrada a tu verdad, se te escabulló. Entonces, corriste a buscarla y la encontraste, pero había cambiado, no era como la recordabas antes de escaparse. Querías volver a reconocerte en sus átomos, en sus pliegues temporales, en el significado de su dramática huida. Algo no funcionaba. Tu verdad hablaba un lenguaje distinto. Estaba irreconocible. Preso del miedo a la locura, comprendiste que tu verdad y tú ya no se entendían, quizás por eso se había marchado, porque necesitaba amar a personas distintas a ti, gente que piensa de otro modo, semejantes que también habrían perdido a su verdad. Nadie quiere estar solo, sin un mínimo de verdad que te salve del naufragio. Aceptar que habías roto con tu verdad, te llevo a una larga depresión. Pasaron días amargos en el vacío, hasta que un día, nada más despertarte de un profundo sueño, se te ocurrió mirar la sección de anuncios en un periódico olvidado. Un recuadro publicitario llamó tu atención. Decía así: “Verdad incómoda busca dueño. Interesados dirigir su solicitud al buzón correspondiente. Abstenerse propietarios de verdades”. Un resorte de esperanza saltó en forma de llanto, lágrimas nuevas brotaron de tus ojos vencidos. Respondiste de inmediato. Quedaste en un lugar concurrido, al llegar te sorprendió ver a tantas personas paseando felices con sus verdades, seguras de sí mismas. Enseguida la reconociste. La verdad incómoda que te esperaba era tu ex verdad. Te abrazaste a ella y decidió regresar a tu vida. Enseguida, tu verdad se dio cuenta de que habías cambiado. Ya no querías retenerla. Se sintió libre para reconocerse en tus átomos, en tus pliegues temporales, en el reencuentro que precedió a tu huida, cuando tu verdad creía tenerte bien agarrado, te escabulliste y la abandonaste. Corrió a buscarte, te encontró, pero ya no eras como te recordaba.

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