A lo largo de la historia hemos conocido diversos salvadores de la Patria. Creo que los últimos fueron Hugo Chávez y Nicolás Maduro, salvadores de Venezuela, según Agustín Blanco, un historiador de la república bolivariana implementada en 1999. Los afectados fueron los pobres de Venezuela. Lo curioso del caso es que hace referencia al presidente Rafael Caldera, quien en dos ocasiones ocupó la presidencia de Venezuela de manera constitucional, entre 1969 y 1974 y entre 1994 y 1999. Fue uno de los impulsores políticos y firmantes del Pacto de Punto Fijo en 1958 junto a Rómulo Betancourt y a Jóvito Villalba, en defensa de la Democracia. Así mismo el responsable del indulto a un militar venezolano como Hugo Chávez por un golpe de estado, frustrado en 1992. Una grave incidencia democrática militar que se la recordaron los liberales en Bruselas, cuando lo presentaron en 1999 en el salón del Banco de Bruselas como presidente, al impedirle su discurso político en el Parlamento Europeo a pesar de la insistencia de los partidos políticos españoles en la comisión parlamentaria de América del sur.

Tuve la oportunidad de participar en la política canaria, española y europea entre 1979 y 2003 por lo que pude conocer las entidades canarias en el exterior, la concejalía de algunos ayuntamientos, el Cabildo de Tenerife, el Parlamento y el Gobierno de Canarias, como responsable de las relaciones institucionales internacionales, el Senado y el Parlamento Europeo. En la etapa europea de 1999-2003 recibí las quejas de muchos ciudadanos europeos, emigrantes que tuvieron que marchar a Venezuela en los años de 1950, por culpa de la pobreza que caracterizaba la España posfranquista. Lo mismo le sucedió al eurodiputado Francesco Rutelli, alcalde de Roma, de sus paisanos italianos. No les gustaba el rumbo ni la hoja de ruta que llevaba Venezuela de la mano de Chávez y percibían el desgobierno bolivariano que no cumplía con los pobres de la Tierra, con los que quiso su suerte echar el recordado político cubano José Martí e hijo de emigrantes españoles, un valenciano y una canaria, Leonor Pérez. Un personaje singular, autor del libro La edad de oro, al que “le complacía más el arroyo de la sierra que el mar”, y eso que era doblemente isleño. Por canario y por cubano. En la editorial venezolana Andrés Bello pude leer el poema La Rosa Blanca que tanto le gustaba a Martí y por eso me quedé con el cultivo de esta flor: Y para el cruel, que me arranca el corazón con que vivo, cardo ni ortiga cultivo: cultivo una rosa blanca.

Hoy día leo, en palabras del historiador venezolano Agustín Blanco, que el chavismo aparecía como necesario e inevitable al mismo tiempo, y como bien recordó recientemente el periodista Jorge Galindo, esa es la aspiración de cualquier proyecto de salvación aunque Blanco afirma que ningún demócrata debería dejarse embelesar, ya que la salvación no es necesaria, ni inevitable. Y si no que se lo pregunten a los agricultores canarios, portugueses e italianos que emigraron a Venezuela y viven intentando enfrentarse al hambre y a la miseria derivados de un gobierno totalizante. De salvadores falsos estamos cansados, al menos de los países en los que comprobamos que la mentira está asentada, ya sea en América como en Europa, donde sus responsables políticos no han sido capaces de enfrentarse a los problemas de verdad. El último caso está relacionado con el Sahara y Marruecos, como ha sucedido en estos días con los Estados Unidos de Trump y la España de Pedro Sánchez.