No hay como explicar las cosas para que se entiendan. Por ejemplo, los inmigrantes ilegales que han entrado por las fronteras de España en Canarias están viajando a Península en vuelos “comerciales”. O sea, no es que los esté mandando el Gobierno de tapadillo. Se cogen su dinero, se compran un pasaje, presentan sus pasaportes y viajan, como cualquier vecino a un destino de la Península. A ser posible de Andalucía, donde están gobernando el PP, Ciudadanos y Vox. Mayormente para que se jeringuen. Y cuando se resuelva el expediente de expulsión pues se les va a buscar a donde quiera que estén para retornarles a su país de origen.

Hay que tener cuidado con la xenofobia. Porque es un virus peligroso que nos hace inhumanos. Hay gente que considera a los inmigrantes un peligro, porque vienen a quitarles los puestos de trabajo. No deja de ser una estupidez. Lo único que vendrían a quitarnos en Canarias es un puesto en la cola del paro. Y además, no nos pongamos dignos. Desde hace década y media, de engorde turístico, hemos estado importando mano de obra extranjera, por los aeropuertos y con todas las bendiciones, para tener trabajadores muy baratos dispuestos a deslomarse en el sector servicios, donde grandes cadenas hoteleras y comerciales foráneas han estado amasando pasta por un tubo.

Pero, además, la inmigración ilegal nos ha permitido descubrir nuevas soluciones. Desde hace una década en Canarias no se han construido viviendas públicas. Tal vez por eso tenemos dieciocho mil familias en lista de espera para conseguir un techo y poder salir de la casa de sesenta metros cuadrados donde viven con sus abuelos, sus padres, sus hermanos y sus hijos, un perro mil leches y una cabra. Gracias a las arribadas ilegales hemos descubierto una nueva manera de atender a esas miles de personas en estado de necesidad. En cuanto los inmigrantes puedan salir de los hoteles, mandaremos a nuestras familias necesitadas a esos mismos establecimientos en tanto en cuanto se terminen esas viviendas dignas que necesitan. Porque está claro. No puede ser posible que tratemos peor a las personas más vulnerables y más necesitadas de nuestra sociedad de lo que hacemos –como debe ser– con esa pobre gente desesperada que viene de Senegal o de Marruecos, víctimas del hundimiento de la economía que ha provocado el maldito coronavirus.

Yo fui, tengo que confesarlo con vergüenza, de los que consideraron equivocada la decisión del delegado del Gobierno, Anselmo Pestana, de enviar a los inmigrantes a centros hoteleros. Me cegó la estrechez de miras. Esta administración pública, que no ha podido pagar el Ingreso Mínimo Vital a tantas personas que lo necesitan, que no ha sido capaz de aliviar las colas de la Dependencia o de la Prestación Canaria de Inserción, al final va a responder a los más necesitados. Dieciocho mil familias serán alojadas y alimentadas en establecimientos turísticos, en lo que resolvemos su situación.

Se lo tienen callado. Pero es lo que harán. Porque si no lo hicieran, sería para que esas miles de familias les cortaran las pelotas.