El reconocimiento de la secesión por otros Estados se ha esgrimido como criterio determinante para alcanzarla. En la crisis de Cataluña de 2017 así se decía de continuo ante esa eventualidad. Hay un caso muy conocido: el reconocimiento que Alemania hizo de Eslovenia al comienzo de que la extinta Yugoslavia comenzara a arder, y Europa diera lo mejor de sí misma: exterminio de poblaciones, su expulsión masiva y grandes atrocidades especialmente contra mujeres.

Se viene dando en los últimos tiempos un goteo incesante de reconocimiento de países africanos, de la pertenencia del Sáhara Occidental a Marruecos, y a fin de que no queden en meros documentos se materializa de una forma simbólica y solemne abriendo consulados en El Aaiún y Dajla.

Según un trabajo reciente del experto y exdiplomático marroquí Jamal Mechbal desde hace ya dos decenios que Naciones Unidas no emite resoluciones que hablen del derecho de autodeterminación del Sáhara Occidental, sino de un acuerdo justo, duradero y mutuamente aceptados por las partes. Que ya incorpora a Argelia. Esta sí es la doctrina actual y oficial de Naciones Unidas por mucho que los amigos españoles del pseudo Estado totalitario de Tinduf se empeñen en ignorarlo. Han pasado demasiadas cosas en las bases argelinas del Polisario, convertido en el verdadero foco de violación de los derechos humanos y corrupción escandalosa, que lo denuncia enérgicamente un amplio movimiento por la paz nacido allí precisamente.

La decisión del presidente Trump tan legítima como legal, lejos de contravenir ninguna resolución de Naciones Unidas, es conforme a la nueva doctrina del organismo internacional, que, como señalé semanas atrás en estas páginas, España posee la suya propia (¡doctrina internacional!).

Emiratos y Bahrein han reconocido recientemente a Israel. A ello hay que sumar la declaración del ministro de Asuntos exteriores marroquí señalando hace poco que no se puede ser más palestino que los palestinos. Solo meses después de que un príncipe árabe abogara por empezar a considerar a los palestinos mayores de edad, y superar su victimismo histórico. El victimismo es actualmente la gran baza de legitimación, todo en su nombre. Aunque mucho mejor –claro–, solo heredero de víctimas (Todorov).

En torno a un millón de ciudadanos de Israel son judíos de origen marroquí, lo que significa que donde Marruecos tiene más hijos suyos es en Israel, y no curiosamente en Palestina, y donde Israel tiene muchos de sus ancestros es en Marruecos.

La decisión de Trump y de esos países árabes son las únicas verdaderamente innovadoras, suponen hacer de una Causa de muchos, ajenos por completo al problema que los propios padecen, remarcando su destino, se centren en ellos.