Semáforo Rojo, distancia social extrema, Tenerife en grave situación sanitaria… Todo en vísperas de la fiesta de Navidad, en las que la ternura y la cercanía sugieren como natural la proximidad. Distancias cuando celebramos que Dios se acerca al mundo en la ternura de un bebé. Con paradójica verdad nos invita Cáritas esta Navidad a estar “Más cerca que nunca”.

Porque la cercanía no siempre es física. La cercanía puede ser atención, preocupación, cuidado, escucha, etc. Cercanía puede ser una mirada y una sonrisa. Uno es cercano de aquellos a los que ama aunque haya valles y colinas que nos separen físicamente. Hay lejanías afectivas con quienes estamos en contacto y hay cercanías que soportan cualquier distancia.

La semana pasada, los voluntarios y trabajadores de Cáritas diocesana de Tenerife tuvimos un rato de retiro espiritual –intermediado por una plataforma virtual– en la que entramos en la mística de la cercanía en este tiempo de preparación a la Navidad. El P. Ángelo Nardone compartió con todos unas reflexiones personales al hilo de la actitud de cercanía que aparece en los textos evangélicos que narran lo que Jesús hacía. Muy interesante y estimulante su reflexión. La situación de Betania estuvo presente desde el comienzo.

Betania era una aldea de Palestina. En ella vivían tres hermanos, de esos que podemos decir que eran amigos especiales de Jesús. Marta, María y Lázaro. Algunos recordarán el milagro de la resurrección de Lázaro, ante cuyo sepulcro –nos dice el evangelio– “Jesús lloró”. Las lágrimas del amigo. Es el versículo más corto de la Biblia y, sin embargo, uno de los más significativos. Porque estamos acostumbrados a escuchar hablar de milagros, poder y curaciones, pero no tanto a descubrir las lágrimas del rostro de Jesús. Y las hubo. Ese es el factor Betania, donde el amor se convierte en lágrimas.

Una sociedad que oculta las lágrimas disimula el amor. ¡Qué daño ha hecho esa afirmación limitadora de las emociones que nos decía que los hombres no lloran! Pues Jesús lloró. Es la señal de que el otro está dentro de nosotros cuando se visibiliza tras la ventana de nuestra mirada enturbiándola con la humedad de nuestras lágrimas. Santa Teresa de Calcuta provocaba a sus hijas misioneras de la Caridad a amar “hasta que duela”. Podríamos decir también amar hasta que llores. Y de lágrimas de impotencia sabe mucho esta entidad sociocaritativa que es Cáritas.

El factor Betania es un termómetro que mide el grado de relación que tenemos con quienes participan en una acción de promoción humana. Cómo me gusta escuchar aquello de “no tener derecho a corregir a quienes no amamos”. Porque se corrige, se interviene, se protege, se acoge e integra de una forma distinta si se ama o no se ama a la persona. En Betania se encuentra la escuela del mejor amor humano posible. Y ese factor cambia cuanto nuestra creatividad inventa.

Estas Navidades nadie podrá impedirnos amar y que nuestro amor nos acerque más que nunca a las personas a las que estamos anudados por nuestra biografía o por nuestra tarea. Nos podrán limitar físicamente, pero nadie podrá robarnos el alma impidiéndonos amar hasta que duela. Nadie podrá impedir que nuestra acogida a las personas sea amorosa, pueda ser o no materialmente eficaz. Nadie podrá quitarnos del corazón las ganas de sonreír y de regalar amor en la mirada.

Pido a Dios que, en estas Navidades, todos tengamos una Betania en el corazón.