No hay mejor manera de celebrar el cumpleaños de la Constitución Española que reconocer su inigualable aportación a nuestra historia reciente. Me enamoré del Derecho Constitucional con 18 años gracias al recordado jurista Gumersindo Trujillo, una disciplina en la que profundicé como opositor, a través de la cual he tenido el honor de intentar transmitir mi pasión por la norma suprema a nuevos alumnos. Conocer nuestra ley de leyes nos ayuda a entenderla y a quererla, por eso es importante detenerse a leer, entre otros, su artículo 9, que sujeta a los poderes públicos y a los ciudadanos, a los márgenes del Derecho, o la consagración de la dignidad de la persona entre los fundamentos del orden político y la paz social, en su número 10, o la subordinación de toda la riqueza del país al interés general, vía artículo 128.

Su estudio en edad escolar contribuiría a considerarla como el sólido marco de convivencia que es, innegable garantía de valores esenciales en un estado democrático y auténtica salvaguarda de derechos y libertades. Hace años que solo se habla de ella para denostarla, volver a la eterna diatriba respecto a la urgencia de su reforma, o ponderar las dificultades de iniciar un proceso basado en la lealtad, sin entrar en discusiones que nos dividan. Bien al contrario, la España del siglo XXI demanda reflexión y acuerdos acerca de aquello que le da sentido, mucho más después de cuatro décadas de intenso servicio. Esa Constitución de 1978, que tanto bien nos hace, merece ser actualizada a la luz de los avances de nuestro tiempo. 

Conocerte es quererte y no entiendo a quienes se empeñan en encontrarte tan fea

Negarse a emprender la revisión del texto y seguir entonando vacuidades del tipo “celebramos la vigencia de la Constitución”, “nos reafirmamos en el vigor de la Carta magna”, entre otros lugares comunes que uno escucha por estas épocas, en mi opinión, es la prueba de que se vive ajeno a la evidente evolución experimentada en el plano jurídico, económico, social… Rehuir el debate es hacerle un flaco favor a esta cuarentona que sigue estando de buen ver, pero que necesita de una ITV, incluso a modo de muestra de respeto a la España que ansiaba libertad, y precisamente por eso se dotó de ella. Una dignidad que deben mostrar primero aquellos que ocupan un escaño: Quienes nos gobiernan y su legítima oposición. Hoy escasean en política las personas con formación y categoría para encabezar tan ingente labor.

¿Encontraremos a siete diputados como los padres de la Constitución? ¿Los portavoces de los partidos presentes en las Cortes de 2020 se sentarían, como lo hicieron Abril Martorell y Guerra, con el fin de cuadrar 25 artículos de una tacada? ¿Un Nobel como Camilo José Cela corregiría su letra para que nos quede una redacción brillante? ¿Tendremos un alcaldeprofesor como Enrique Tierno Galván que firme un preámbulo tan sintético y bonito? ¿Sabrán los dirigentes actuales dialogar y dejar a un lado sus apetencias para pensar sólo en el interés de la ciudadanía? Es más, en esa hipotética evaluación sobre nuestro sistema democrático, ignoro si contaremos con periodistas e informadores a la altura, o si ayudarían las redes sociales plagadas de todólogos, que tan pronto dictan sentencia, que se enfrentan a una pandemia, o entrenan un equipo de fútbol.

Felicidades, querida amiga y compañera de batallas. Cuarenta y dos tacos… Con esa edad, la práctica totalidad de la población ya se ha colocado una ortodoncia, se ha operado la miopía, se ha inyectado bótox y hasta se entrega al crossfit para tonificar las fofas carnes. Quienes a ti te niegan esa puesta a punto, realmente ponen en duda la madurez de la sociedad misma y su capacidad para decidir lo que quiere ser.

Conocerte es quererte y no entiendo a quienes se empeñan en encontrarte tan fea. Debo de ser un clásico, porque me gustan la antigua Grecia, las catedrales góticas, Beethoven, Marlon Brando, Bette Davis, Julio César, Barbra Streisand y nuestra Constitución Española