Cuando uno viaja a Burbank, en el norte de Los Ángeles, a la sede de Warner Bros y decide embarcarse en un tour por los Estudios, saldrá encantado de haber conocido las intimidades de Harry Potter, aunque los filmes fueron rodados en el Reino Unido. Fue en 1999 cuando Warner tomó la decisión –difícil– de comprar en un contrato supercomplejo los derechos de las cuatro primeras novelas de J.K. Rowling por dos millones de dólares, elegir un guionista -Steve Kloves- y un director. Negociaron nada menos que con Steven Spielberg pero no llegaron a un acuerdo porque quería hacer un filme en dibujos animados. Nada es fácil en Hollywood.

Como tampoco lo era a comienzos de los 50 del pasado siglo cuando la industria de Hollywood tuvo que competir con la televisión. Jack Warner, uno de los fundadores del estudio, era el más reacio de los jefes de Hollywood a participar en el juego. Al final vendió a la TV la serie Warner Brothers Presents con historias dramáticas de 50 minutos de duración y tráileres de 10 minutos sobre las estrellas y filmes de Warner. Pero estas dos decisiones fueron propias del negocio, internas desde la perspectiva de Warner Bros.

Ahora, la pandemia ha sacudido a Warner y a los otros estudios. Según José Luis Ventura, analista, Warner ha tenido que adaptarse estratégicamente para ser más flexible a un entorno desconocido hasta la fecha. Tiene que aprovechar al máximo sus recursos y posicionarse en una situación favorable para crear valor.

Los estudios de Hollywood o los grandes conglomerados de TV se rigen no por los gustos del público sino por las cotizaciones en bolsa. Warner decidió arriesgar con el estreno de Tenet, mientras las otras productoras guardaban sus filmes. El resultado no fue bueno, sobre todo en Estados Unidos. La taquilla dio 34,7 millones de dólares mientras que el filme costó 205 millones de dólares, sin contabilizar gastos de marketing. A Wall Street no le gustan estos resultados. De ahí la necesidad de adelantar los ingresos -y aumentarlos- con la explotación conjunta en pantallas grandes y caseras de los 17 títulos del próximo año. Ahí están la secuela de Escuadrón suicida de James Gunn, Godzilla contra Kong de Adam Wingard, Dune de Denis Villeneuve, Matrix 4 de Lana Wachowski, Cry Macho de Clint Eastwood y protagonizada por él mismo, En un barrio de Nueva York de Lin-Manuel Miranda, Expediente Warren: Obligado por el demonio de Michael Chaves, Space Jam: a new Legacy de Malcolm D. Lee y una precuela, la de Los Soprano, titulada The Many Saints of Newark de Alan Taylor. Casi nada.

Pero posiblemente hay una razón más y sea la de más calado. Mientras los inversores dirigen sus pasos hacia Netflix y Disney, la plataforma de Warner, HBO Max, no tiene el atractivo de las dos primeras. Como sea hay que modificar su posición aunque sea dejando a las salas en pañales. AT&T, propietaria de Warner, quiere que HBO Max sea un competidor de Netflix. Pero los números les separan. Mientras Netflix tiene casi 275 millones de espectadores en todo el mundo, HBO tiene 38 millones de espectadores de los que solo 8,6 millones han activado HBO Max. Por si fuera poco Jason Kilar, director ejecutivo de Warner Media, ha declarado al New York Times que aunque se acabara el covid-19 mañana, ellos seguirían con sus planes.

Warner ha decidido sacrificar sus ingresos en taquilla, la rentabilidad inmediata de sus estudios, la de sus productores y la de los cineastas (a porcentaje de las recaudaciones) a cambio de aumentar la rentabilidad de HBO Max. Si lo han conseguido Netflix y Disney, ¿por qué no lo van a conseguir ellos?

Un aviso para navegantes: Hollywood ha puesto sus esperanzas en la descarga de películas y en el visionado en casa. Además, las salas han desaparecido en muchas ciudades de tipo medio y en el centro de las grandes urbes. Madrid y Barcelona son un buen ejemplo. Aunque solo sea un plan por un solo año, aunque los títulos solo estén un mes en HBO Max, aunque Universal les deje las salas de EEUU tres semanas en exclusiva, lo cierto es que se ha terminado la protección para las salas de cine.