A diario se puede constatar la islamofobia; no creo que en la calle sea mayor que contra los sudamericanos. También hay fobia contra Occidente, y esto quizá sea lo singular, a cargo de occidentales, contra el capitalismo, monarquía, liberalismo, historia, derecha, unidad de España. Se da una denuncia de la islamofobia totalmente oportunista, que no es en absoluto islamofilia. Sino otro motivo más de condena del capitalismo/liberalismo (“neoliberalismo” monstruoso). En este ejercicio de sincera sed de justicia y amor, hay algo más interesante: el propio islam.

El profesor González Ferrín distingue entre islam religión, islam cultura e islam sociedad contemporánea. La vida del islam esté repleta de variantes y confesiones, a la tradicional bifurcación entre sunitas y chiitas se añade el sufismo ahora básicamente suní con formas de religiosidad popular muy arraigadas en África. Una constante en el islam ha sido el regreso a las raíces, a los tiempos paradigmáticos de Mahoma y sus compañeros, afán revisionista que proscribía algunas aleyas, desautorizaba ulemas y expurgaba determinadas suras. En la suní hay cuatro escuelas de jurisprudencia pegadas a la teología, todas de entre el SVIII al XI, como la malikí del Magreb/África a la más rigorista, la hanbalí: sólo sharia (revelación-ley) sin fiqh (Derecho).

Desde el siglo VIII hay una polaridad entre determinismo y libre albedrio (de los pioneros mu´tazilas). Este se basa en el ijtihad (interpretación racional) que fue eliminado durante tiempo y la shura que es el consenso de la comunidad.

Contra lo que se cree el salafismo del XVIII y el wahabismo del XIX son movimientos distintos. Curiosamente los movimientos reformistas se basan también en el salafismo, que supone un regreso a esos tiempos primordiales de Mahoma y compañeros, recusando incluso a ulemas corrompidos, textos viciados y prácticas repetitivas y vacuas. El fundador del wahabismo Ibn al-Wahhab se alió con los banu Saud, la futura estirpe saudí, cuya doctrina se nutre de la Escuela jurisprudencial hanbalí y de un teólogo decisivo, Ibn Taymiyya, llevando la pureza a los extremos más integristas. Pero el wahabismo no deja de ser unos de los vectores de la Nahda o Renacimiento, como lo serán los Hermanos Musulmanes surgidos en Egipto a principios del SXX y un personaje realmente curioso que está en Paris cuando la Comuna de 1871 que es Mohamed Abduh, que algunos estudios lo tildan de revolucionario e internacionalista. Esta figura aprecia, como otros reformistas, la tecnología y ciencia de Occidente, propugna la enseñanza generalizada y fundamentalmente los derechos individuales, lo que es muy revolucionario. Aunque a estos nuestros exultantes denunciadores de la islamofobia no les haría ninguna gracia. Muy “neoliberal”, sentenciarían.