Los seres humanos somos la insaciable consecuencia que siempre quiere más. Por el contrario, creo que, la mayoría de las veces, somos la inventiva que se queda a medio camino. Incluso, me atrevo a decir que el exceso de ilusión es un terrible veneno que deja sin fuerza al que lo consume. Hay hechos que pasean por nuestra cabeza sin fuerza y junto a la imaginación adquieren importancia. Muchos de nuestros pensamientos son el vivir de los fantasmas que andan por la mente. Hay personas que a diario se transforman en lo que no son. Sí, bien decorados, (perdón) quise decir bien vestidos, retan a la alegría con un juego de metáforas. Hay cosas que chocan contra la evidencia y, por muy elevado que sea el tono, siempre el orden lo pone la acción. Para contribuir a la autenticidad es importante estar satisfecho con uno mismo. Qué de personas se avergüenzan de lo que son y en el intento de esconderlo entran en contacto con el delirio. Es evidente que vivimos tiempos modulados por lo absurdo y que las redes sociales han fomentado la necesidad de aparentar lo que no somos. Hace pocos días al entrar en Facebook me di cuenta de lo excitado que anda el esnobismo. ¿Saben lo que vi? La antítesis de lo que creía conocer. ¡Ay, mi amigo Lucas (amigo de la infancia), cómo se le ha ido la cabeza! Su perfil en Facebook es un espectáculo. El es electrista y dice: “soy ingeniero técnico y percibo la vida con mucha luz”. La verdad, al leer semejante cosa no pude evitar soltar una carcajada. ¡Manda huevos! Hay mucha gente igual que Lucas; gente (como dicen por Castilla) que comen tocino y quieren eructar jamón.

Hoy es mi cumpleaños y quiero compartir con mis lectores la sonrisa de la gratitud y un trago de vino de Toro (Zamora). Los escritores establecemos una relación con el lector, por lo tanto, sepan que están todos invitados. Es menester ser siempre agradecidos. Y apreciar la lealtad y la fidelidad