El vestido de aquella niña fue confeccionado con algunos retales de otras mayores que ella, que habían nacido a lo largo de los siglos diecinueve y veinte. Su hechura corrió a cargo de siete sastres muy cultos, estudiosos del derecho y enamorados de las entrañas de un país al sur de Europa, que daba sus primeros pasos democráticos después de cuarenta años de dictadura. La Constitución de 1978 era la primera que se redactaba como tal desde la de 1931. Un texto elaborado con un amplio consenso de los partidos que surgieron de la reforma política de 1976, promovida por don Adolfo Suarez y apoyada, desde amplios sectores de aquel arco iris preconstitucional, que se divisaba en el cielo de una España que, hasta la muerte del general Franco, estuvo cubierta de nubarrones tormentosos.

Por primera vez, en nuestra historia veía la luz un texto con una gran diferencia de lo contemplado en todos los anteriores, pues desde la Constitución de Cádiz de 1812 hasta la de 1931 se había impuesto la línea ideológica de quien ostentaba la mayoría, alternándose las constituciones liberales con las conservadoras. Ahora tenía un nuevo colorido político, gestado por quienes tuvieron la enorme responsabilidad de redactar nuestra Carta Magna, uniendo desde el centro, a diestra y siniestra, todas las opciones legalizadas después de la clandestinidad de algunas y la oposición de unos pocos nostálgicos que habían luchado en el bando ganador de la Guerra Civil.

El seis de diciembre la niña cumplió cuarenta y dos años. Ha pasado una infancia dificil, pues con apenas tres añitos tuvo que dar un tirón de orejas a quienes intentaron secuestrarla, dándoles un golpe de democracia a los sublevados que pretendían golpear al Estado. Aquellos momentos de triste recuerdo sirvieron para unir a todas las fuerzas políticas y fortalecer una incipiente democracia que, en ocasiones, fue atacada por algunos que no respetaban a esta adolescente, mientras crecía con los cuidados de la mayoría de los españoles.

Hasta ahora, quienes juraron o prometieron el acatamiento y cumplimiento de nuestra Constitución cuando accedían a cargos públicos han predicado con el ejemplo, algunos, incluso, por imperativo legal. Las reglas del juego político están muy bien definidas. Solo es necesario poner en práctica lo relatado en el punto uno del primer artículo: ”España se constituye en un Estado social y democrático de derecho, que propugna, como valores superiores de su ordenamiento jurídico, la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político”. Y, en los últimos tiempos, no todos los representantes políticos hacen gala del respeto a todos y cada uno de los párrafos de la Constitución.

El título de este texto me lo sugirió la memoria familiar. Don Manuel, mi abuelo paterno, le hablaba a su padre, don Patricio, con un ”usted” al principio de cada conversación; mi padre, don Manuel Luis, siempre se dirigía a mi abuelo con el mismo tratamiento, utilizando este pronombre como signo inequívoco de respeto y cortesía, que en los canarismos se mantiene también para el plural como alternativa al ”vosotros”.

”Ustedes vosotros”, señoras y señores del oficio político, son los responsables del cumplimiento de nuestra Carta Magna, velando por su buena salud para permitirle celebrar muchos cumpleaños más, de acuerdo con la letra y el espíritu de la Transición. Aquella niña que nació el 6 de diciembre de 1978 ha crecido y, tal vez, necesite un traje nuevo adaptado a la moda política y social del siglo XXI. Para confeccionar el vestido es necesario trabajar con generosidad y armonía, labor que llevará mucho tiempo y un gran consenso. Pero, mientras la sastrería parlamentaria no acabe su labor, debemos respetar a nuestra cuarentona y seguir dándole el tratamiento de ”doña Constitución”, con todo lo que ella encierra.