Se trata de un oxímoron que sin embargo ha cuajado al depender únicamente de la teatralidad de su agente, que es político y habitualmente de progreso. Resulta evidente que la gran revolución a la que nos invita la izquierda de ingenio sanchista -el espectáculo ha suplantado a la política como acción en la realidad objetiva- es la sentimental ideológica. Que sin tocar la economía y lo social invade la psicología, la antropología incluso a la fisiología tiñéndolo todo de ideología de saldo y baratillo. Como ya nos advirtió Chesterton, donde comienza la ideología termina el pensamiento. La ciencias naturales y empíricas lo han sabido siempre. Los loros y papagayos seguramente no, pero la zoología va ahora por delante de la biología, despeñada por las creaciones de género que han logrado erradicarla. ¿Qué la ha reemplazado? Pues los constructos culturales: de suyo categorías también incondicionadas. El más devastador y muy tardo en ser descubierto, pese a su gran preeminencia libresca, es el heteropatriarcado como de ello fueron apuntadores los Feuerbach, Engels o Foucault. Yendo al nido de la serpiente resulta más sencillo ir acabando con sus huevos. Uno de ellos, la masculinidad tosca y ruda, grosera y grasienta, violenta y violadora para poder engendrar la “nueva masculinidad” que asume, en sutil concierto con los sugerentes lemas publicitarios de colonias y camisas de varón, los violines de la ternura, sensibilidad y lo lacrimógeno, conforme al dicho castizo (de progreso/regreso) de que los hombres también lloran. Vaya.

Por tanto, qué más natural que ver al reiteradamente ponderado macho alfa Pablo Iglesias rociar lágrimas homenajeadoras a su abuelo izquierdista metamorfoseado franquista, al que ni conoció (¡Cuánta pureza de sentimientos, oh Rilke!), ante las luces escénicas de los fotógrafos de platea. Otra vez descargó sus glándulas lacrimales al observarse como Lenin en minoría en la Duma de San Petersburgo, pero ya en el punto de arranque para diseñar los presupuestos generales del Estado impulsado para fallido. Exactamente igual de convincentes, equilibrados y adultos fueron los pucheritos, las breves contracciones faciales, la voz quebrada-Ariasnavarro, la emotividad ministerial-feminista de su consorte Irene a quien puso ministerio metafísico en un mismo acto majestuoso y soberano entre marginales de universidad y secta, llegados al poder sin armas: Spain. Los científicos sociales y el Zeitgeist coinciden: la infantilización de la sociedad es sobrecogedora, la sentimentalidad adolescente, la emotividad hormonal arrasan con la razón y el pensamiento, se lloriquea sin pudor por miles de muertos de la baja edad media, reuniones feministas fallidas, el mucho dolor del sentimiento solidario procesionado, por los amigos y parejas aún no incorporadas al ministerio. La política como máximo chanchullo.