Me encantaría que fuera el primer pensamiento que nos viniera a nuestra cabeza: “eso es… lo que tanto me gusta de ti”. Esa frase que rompe murallas y hace saltar por los aires las cadenas y sentimientos que nos limitan, y así lograr esa forma de vida que deseamos.

Parece que nos programaron para dirigirnos a un solo enfoque, a una única realidad, pecamos de auto análisis con una perspectiva sesgada y ocasionalmente cargada de ciertos aires de culpabilidad.

Mi abuela, mi querida `bisa´, como la llamaba mi hijo, nos decía que era complicado observar y recrearse en todo lo bueno de los demás, si no éramos capaces de desarrollar esa práctica en nosotros mismos. Ojalá muchas conversaciones se iniciaran con esa pregunta mágica, ¿sabes lo que más me gusta de ti? Esa pregunta que te lleva a la búsqueda de valores, a ti, al encuentro con la ilusión y el entusiasmo, a la energía, a la fuerza, a deseadas realidades, a querer, a creer en ti, a vivir con más fuerza y valentía… Solo te sumerge en lo mejor de ti, esa sonrisa que aflora en la mirada del otro cuando la haces, esa mirada profunda que nace, esa conquista que se produce por lo que hacemos sentir en el otro.

Enamórate de ti

A veces pienso que está pasado de moda ese análisis exhaustivo buscando culpas para no llegar a ninguna conquista, esa búsqueda constante de realidades marcadas en nosotros, que solo pretendemos inyectar en otros.

Hay un psicólogo que me gusta mucho leer y que tiene una cita que comparto totalmente “Enamórate de alguien que antes de enamorarse de ti, ya venga enamorado de la vida¨. ¡Cómo me gusta Axel Ortiz!. Y pensamos que solo tenemos que llevarlo al amor, o a las relaciones de pareja. Trasladémoslo a las empresas, a las amistades, a la política, a las parejas, a las relaciones de familia... ¡Y sigamos!

Desde que nos enfocamos en alguna persona y queremos trazar puentes, nuestro objetivo tiene que ser buscar los puntos en común, ¡y no te resistas, porque siempre los hay! La resistencia sostenible también es dolor, por eso lo de soltar es tan saludable.

Dirigimos equipos y parece que nos premian por utilizar operaciones matemáticas de resta, buscando en otros sentimientos de desconfianza e irresponsabilidad, cuando éstos previamente están emanando de nosotros. Realmente, buscamos en otros esos valores o contra valores que inicialmente emanan en nosotros; es, como digo yo, una búsqueda dirigida desde el ser. Por ello los encontramos de forma tan rápida y cómoda, nos identificamos con ellos con mucha rapidez, los distinguimos a gran velocidad.

Qué curioso, verdad, eso que en ocasiones encontramos en otros son esas emociones que están preparadas en nuestra casilla de salida. Por ello, el entrenamiento es tan exitoso, creativo y multiplicador de nuestro liderazgo personal, político o ejecutivo. De nada nos valen esos entrenamientos técnicos si no los acompañamos del desarrollo personal; no somos conscientes de nuestras miradas y reacciones en los otros. De cómo nuestras palabras hieren por la expresión y no por un significado gramatical.

En ocasiones, nuestra energía se diluye en nuestras presentaciones públicas, discursos y actos, debilitándonos, y difícilmente nuestros asesores o equipos lo advierten.

Inteligencia sintética

En las empresas creemos que nos entrenan para detectar asignaturas suspendidas o con baja nota y ni siquiera reparamos en el potencial que tiene esa persona en el resto de las materias, que suele coincidir con sus pasiones en un alto porcentaje. “Si quieres dirigir, primero enfócate en ti”. Liderar por encima de complejos, de miedos, de desconfianza, de duda sostenible e inacción es el paso para la construcción de equipos interesantes.

La inteligencia sintética es aquella que tiene la capacidad para resumir los hechos y darnos información concreta, precisa y, a la vez, ensayar soluciones prácticas para reemprender el camino. Analicemos regularmente dónde ha podido estar la raíz de nuestros fallos, que motivó esa acción, entrenémoslo para establecer expectativas ajustadas. Desarrollemos un sistema para medir nuestras metas y establecer objetivos realistas.

“Ser capaces de doblarnos sin partirnos”, ese concepto que procede de la física que se refiere a la capacidad de ciertos metales de doblarse sin partirse que llamamos resiliencia. Y como nos dice Enrique Rojas: “La felicidad es plenitud y olvido, culminación y amnesia, logros partido por expectativas”. ¡Me encanta!

@EtikMaite www.etikpolitica.es