Seamos optimistas, como me pide alguna buena gente. Ya está bien eso de ver siempre el rostro negativo de la vida. Es verdad que los problemas nos salen por las orejas y el dinero se nos escurre del bolsillo. Pero ¿por qué no imaginar lo bueno que nos puede pasar?

El coronavirus está a punto de ser historia en cuanto salga una vacuna. Y hay siete en el horno. Puede que nos salga un tercer brazo o un sarpullido en los sobacos, pero habremos acabado con el bicho que casi acaba con nosotros. Y, aceptémoslo, no todo ha sido malo. Con la mascarilla puesta podemos ir por la calle sin que nos reconozca ese tipo coñazo que siempre nos metía la misma batallita. Y podremos celebrar estas navidades sin aguantar a la familia de la parienta. Y como en Santa Cruz el ocio estaba muerto desde hace décadas, los efectos de las restricciones apenas se han notado.

No tenemos turismo. Pero a cambio se ha anunciado la llegada de 180 mil inmigrantes ilegales. Imagínense. Canarias, que ha buscado siempre un modelo económico alternativo, puede transformarse en la mayor plataforma atlántica de inmigración. Convertiremos los hoteles en centros de internamiento, con miles de emigrantes a pensión completa y subvencionados por Europa, que nos pagará a nosotros para que nos ocupemos de ellos.

Viendo el caminar de la perrita y cómo nos considera Madrid, Canarias está a un paso de convertirse en una República Guanche Independiente. Que pasen de nosotros, que no nos consideren territorio nacional, es un empujón definitivo para que se cumplan las viejas ambiciones de algunos soñadores. Dirán ustedes que de qué vamos a vivir, si hasta ahora nos han mantenido. Pues inventando. Por ejemplo, podemos convertir a Binter, Fred Olsen y Armas en una armada invencible. O nos envían una pasta gansa para mantener el tinglado o empezamos a meter gente en aviones y barcos e invadimos las costas peninsulares con inmigrantes que nos mande Marruecos. Ellos nos los envían y nosotros los rebotamos. Y así podremos cobrar por las repatriaciones, que es la floreciente línea de negocio que tienen abierta muchos países africanos.

Podremos dividir a Canarias en Menceyatos y el Mencey Mayor, que será el nuevo presidente, firmará acuerdos internacionales con las repúblicas de Cataluña y Euskadi y con los Países Soberanos del Mediterráneo. La bandera del nuevo Estado soberano de Canarias será un paño tricolor en el que flotarán ocho plátanos verdes –un guiño a Marruecos– con denominación de origen. El Tagoror de Canarias decretará que los verdaderos canarios, o sea, los nacidos aquí, con al menos tres generaciones por detrás y que acrediten poseer suficiente dosis de pachorra genética insular, cobrarán el sueldo de un diputado. Todos los canarios tendrán derecho a una vivienda, que se les proveerá echando a patadas a los extranjeros peninsulares de las suyas.

Y en ese mar azul que brille, la pobreza estará prohibida por una Ley del Tagoror. Y también los desahucios y los despidos y los impuestos. Y todos seremos felices y comeremos perdices y pellas de gofio.