España durante la colonización del Sáhara no puso ningún empeño en su evangelización, antes al contrario, además de dar clases de árabe lo hacía del islam. No hubo ningún intento de aculturización. Tras el final de su responsabilidad, España ¡a instancia de la Asamblea General de Naciones Unidas! -que ha de hacerlo todo ante la Marcha Verde e inminente guerra servida- celebra los Acuerdos de Madrid, que a su término se presentan a la Asamblea General y que no solo no son denunciados sino ¡convalidados! en dos resoluciones del mismo día (10-12-1975): la 3458 (XXX) A y la 3458 B. Naciones Unidas ha triunfado: logra el Acuerdo exhortado a las partes y la paz. Ha hecho lo que debía hacer: evitar una guerra. Curiosamente, lo que los amigos españoles del Polisario lamentan profundamente. Las dos resoluciones convalidan de distinta manera los acuerdos, sin revocarlos, y tan solo consideran el derecho de autodeterminación subsistente. Con ello la comunidad internacional da por desaparecida a España de todo lo relativo al Sáhara para siempre. Se ha tomado muy en serio la consecuente cesión de España de la administración del territorio. Entrarán de nuevo Mauritania y Argelia, pero España no existe ya, más adelante con el Plan de Arreglo y la constitución de Minurso de España no se acuerda nadie. Luego vienen el Plan Baker I y después el II y montón de vicisitudes. Ni siquiera se le consulta sobre el censo que se prepara para 1991 (Minurso), tomando como base el elaborado por España en 1974, pese a las desavenencias surgidas. Sin exagerar podemos afirmar que a España es tratada por todos como si nunca hubiera estado en el Sáhara.

Se da una cuestión extraordinariamente singular, mientras que en todas las decisiones, todos los acontecimientos que genera la praxis de NN.UU. se nos muestra con regularidad durante décadas un mismo sentido: todo ocurre al margen de España, justo en España se da una curiosa reciprocidad: para los amigos de Tinduf no existen nada de eso, ni comunidad internacional. A tal punto llegan, que suplantan a la ONU y así determinan, ellos solos, quién es potencia administradora contra la Historia cierta y viva, piden al gobierno que anule un acuerdo internacional (Madrid) sobre el que se ha pronunciado Naciones Unidas. Para estos españoles progresistas (de progreso) el asunto del Sáhara es una cuestión doméstica congelada, sin historia haciéndose, que solo atañe a España como país deudor y de esa forma lograr hacerse protectores y tutores con el deber de resarcir. Tienen razón, se les privó del efecto postcolonial: el desvelo eurocéntrico por sus inferiores.