Los últimos datos del REA (Régimen Específico de Abastecimiento) en Canarias, publicados el día 09/11/2020, nos sorprenden, ya que las importaciones de papas de semilla nos sitúan en los años 1950, cuando vivíamos en Canarias menos del 50% de la población actual, y nos alimentábamos con productos de la tierra.

Las papas son algo básico en la alimentación de los canarios, ya que consumimos un 50% por habitante/día de la demanda per cápita de los ucranianos, mayores consumidores del mundo, con 130 Kg./habitante/año. No olvidemos que las papas son también alimento básico en la mayor parte del planeta, tienen el 4º puesto, tras el trigo, el arroz y el maíz.

Volviendo a los últimos datos del REA, nos recuerda a la década de los 50, cuando vivíamos en una autarquía, que nos obligaba a sembrar semillas locales, por lo general, haciendo rotación costa-monte, norte-sur.

Los datos de 2020 nos sitúan en el 20% de lo que sembrábamos esos años, y la “pandemia” y del autoabastecimiento y la relación alimentos-territorio, paro, crisis económica, trabajo, medioambiente, ¿Dónde están?

Debemos saber que Canarias se puede autoabastecer de papas, ya que tenemos suelo preparado, tanto en la cosecha de papas de primavera-verano en las medianías barridas por los alisios, de Fontanales a Garafía, con los jables y los sotaventos y otras zonas regadas, zonas bajas.

En otro estado de cosas, tenemos agricultores con capacidad y voluntad de trabajo para producir alimentos para nuestro autoabastecimiento, solo demandan precios y garantías de cubrir costes.

¿Lecturas de unos datos preocupantes ante un problema social grave? Paro y carencia de recursos, de amplios colectivos sin euros, unos campos sin agricultores. Tenemos unos cuellos de botella muy serios: las importaciones en muchos casos son excedentes, en otros dumping, y al final el productor local se encuentra huérfano ante los importadores y las grandes superficies, y una atomización de los agricultores. Tenemos argumentos para entender lo que ocurre, se impone la necesidad de que las organizaciones agrarias, cooperativas y empresas más solventes, y la administración acerquen posiciones que garanticen unos ingresos mínimos a los agricultores.

Los hechos, los datos últimos ante la pandemia, ponen de manifiesto que aquí y ahora, no nos hemos enterado de la problemática que cae como la lluvia, sobre un modelo económico político que no cree que el campo sea posible. Sin embargo, tenemos ejemplos de jóvenes que se han incorporado y nos dicen que otro campo es posible, con precios que cubren costes y con garantía de compra.

Otra política agraria en Canarias. Entendemos que la administración pública no es un órgano eficiente cultivando la tierra, pero sí puede crear condiciones para que los agricultores que hacen surcos no se sientan marginados ante la burocracia, cargada de leyes de difícil aplicación, incluso limitando aspectos básicos en el campo, como el troca-peón, o los papeles que le piden al pensionista si vende un saco de papas para comprar la semilla o el grano. Tenemos múltiples razones para autoabastecernos en papas.

La pandemia nos obliga a una serie de medidas básicas, en el ámbito rural. Las ayudas sociales hemos de vincularlas al trabajo de la tierra, en los casos en los que lo permita el medio, en dinamizar el medioambiente y el sector rural; fundamental también apoyar a familias jóvenes con capacidad de trabajo, creando condiciones para cultivar la tierra en dicho marco. Necesitamos un banco de tierras abandonadas, bien local o bien insular, y asesoramiento técnico, semillas y apoyos económicos para cultivos que prioricen el autoabastecimiento; arrendamientos en periodos que permitan mejoras en las explotaciones, con garantías para ambas partes, cursos intensivos en actividades agroganaderas para los jóvenes, premios y otros estímulos a los agricultores que sean una referencia en estas actividades y en la gestión de la naturaleza.

Debemos asociar la cultura agraria a una alimentación para la salud, tanto en el plano humano como en el ambiental. La lucha contra el paro también es un modelo social de integración ambiental, pero sobre todo de acercar naturaleza, cultura y medioambiente.

La pandemia marca una vía más austera, más integra entre las personas y el entorno. Lamentamos que, con todo lo que está pasando, siga sin verse realmente lo esencial que es la agricultura, y que se trabaje la tierra. Estos días ha llovido en La Palma y, sin embargo, no se está sembrando.

Tememos que esto ha servido para que los políticos hagan frases hechas sobre política agraria, pero no compromisos reales con el campo. Los tiempos “pandémicos” marcan pautas de alegatos vacíos, nos estamos jugando mucho. Mirar para el campo es mirar para el futuro, la sostenibilidad demanda diversidad.

No podemos hablar de espacios protegidos si no protegemos a los agricultores.