Cuando España cantaba “libertad, sin ira, libertad”, en los años de la transición y del estreno de la democracia, parecía que todos podríamos respirar el mismo aire. Bueno, todos menos aquellos vascos que seguían pegando tiros en la nuca en defensa de su patria invadida: cuánta sangre y cuánto dolor para nada. Con Pedro Sánchez han aprendido que los votos valen más que las balas.

En aquellos años se decía que la lengua que hablábamos en España era el castellano, porque el catalán, el vasco o el gallego, también eran español. El argumento era de una ingenuidad aplastante y el paso de los años terminó poniendo las cosas en su sitio.

El Gobierno peninsular ha vuelto a cambiar la Ley de Educación, que es la norma más manoseada por los partidos políticos en la historia de nuestra democracia. Los niños españoles han pasado de estar adoctrinados otrora por los curas a estar manipulados ahora por los políticos. De Guatemala a Guatepeor.

La nueva Ley de Educación permite que el catalán sea la lengua “vehicular” de la enseñanza en Cataluña. Y una enorme cantidad de mentecatos se ha llevado las manos a la cabeza como eso fuera el acabose. ¿Pero de qué se asombran? ¿De que se le otorgue amparo legal a lo que ya es un hecho consumado? En Cataluña llevan años impulsando la inmersión lingüistica. Y lo mismo pasa en Baleares. O en el País Vasco.

El Estado español se ha ido disolviendo en el terreno de la realidad mientras se mantenía en la ficción de unas leyes que casi todas las autonomías “históricas” se han pasado, mayormente, por el arco del triunfo.

Tengo muy pocas dudas de que Cataluña no consiga su sueño de convertirse en un estado soberano e independiente de España. La única incógnita que queda es saber si por el camino se llevará por delante la estructura misma del Estado español.

Sinceramente, creo que la lengua vehicular de este país de países tendría que ser el inglés, que es lo que mola en el siglo XXI. Pero a lo que estamos es que cada pueblo quiere el derecho de tener su propia lengua. Y cada barrio. Y si me apuras, cada vecino. Ante el fenómeno de la globalización, nosotros respondemos con la miniaturización. A este paso, el Cabildo de La Gomera terminará imponiendo el silbo como lenguaje oficial de la isla para blindar su mercado laboral. Que es lo mismo que han hecho las comunidades con lengua propia, jeringando al resto de los conciudadanos del Estado que no pueden opositar por las plazas públicas en esas autonomías, cosa que no ocurre al contrario.

El problema no es que Cataluña enseñe física en catalán a sus jóvenes. Ni siquiera que les adoctrine en los valores de su patria, en su historia propia y sus grandes hombres y mujeres. El verdadero problema es que España ya no es un proyecto atractivo. Aquello que Ortega identificaba con la ilusión de convivir. Y los Estados que solo se sostienen por la razón de la fuerza acaban casi siempre perdiendo la fuerza y la razón.

Qué exuberancia. Qué despendole. Dos ministros del Gobierno peninsular dando pata por las islas al mismo tiempo, el de Fomento, Ábalos, y el de Migraciones, Escrivá. El de Interior, Grande-Marlaska en Marruecos. Y la ministra de Exteriores, González Laya, en Ginebra, reunida con gente importante de la Unión Europea y de la ONU. Y todos ellos, preocupándose por la crisis de los emigrantes ilegales en las islas. ¿Ven ustedes lo que consiguen los medios de comunicación de Madrid? Después de hartarnos a pedir ayuda, de quejarnos por el desastre, por el abandono y la desidia, ahora mismo todo es actividad frenética, fotos y postureos ante los medios. Pero no se hagan ilusiones. Para empezar, el Gobierno peninsular nos ha mandado dos unidades de antidisturbios de la Policía Nacional. ¿Y eso? Pues porque van a montar carpas para dar cobijo, por el momento y ya veremos, a siete mil inmigrantes ilegales en esta bella prisión formada por las islas. Que quede claro el mensaje de Madrid: el que venga a Canarias, no sale de Canarias. Quienes piensen que cogiendo una patera y sobreviviendo a la travesía hasta el Archipiélago va a terminar derivado a territorio español y europeo —puesto que nosotros parece que no lo somos— ya se pueden ir olvidando. España confinará en Canarias a tantos miles de emigrantes como arriben por sus fronteras. Esta es la gran solución. Y la gran respuesta. Esta es la solidaridad de la que hablaban cuando el Aquarius. Este es el cerrojazo que vamos a pagar en nuestras costillas después del “efecto llamada” de los recibimientos televisivos, los hoteles y la leche merengada. Del tingo al tango. Y viva España.