La alcaldesa de Mogán decidió ayer alquilar un puñado de guaguas para llevar a los doscientos inmigrantes soltados en Mogán hasta la Plaza de la Feria de la capital grancanaria, frente a la sede de la Delegación, y crearle a Anselmo Pestana el problema que Pestana quería para ella. No se forzó a nadie a subir en las guaguas, pero Onelia Bueno ha jugado con las mismas cartas que el delegado del Gobierno, llevándolos hasta la misma puerta de su despacho, del que el delegado no salió ayer ni siquiera para comprobar el cumplimiento de las instrucciones del ministro. Un ministro que reaccionó inmediatamente ante el órdago de la alcaldesa, ordenando a su delegado que reubique a los reseñados. Después de dejarlos tirados en la calle.

Sinceramente: lo que está ocurriendo con la emigración no lo entiende nadie. Menos que nadie el ministro Grande-Marlaska, como le ha recordado por fin –ayer– su compañero el presidente Torres, tras apurar hasta la última gota tanto pasteleo e ignominia. Lo que está pasando tampoco lo pueden entender los subordinados del ministro en la Delegación del Gobierno en Canarias: después de soltar a 227 inmigrantes en Mogán, básicamente para demostrar que es verdad aquello que dijo el ministro de que no permanecen más de tres días retenidos, Pestana dijo que no sabía que iban a ser soltados y anunció que se van a iniciar los trámites para recibir en el sistema de acogida a los que ayer tarde abandonaron el muelle. A los que encuentren desperdigados por la ciudad de Las Palmas y quieran ser rescatados de las calles, supongo que quiere decir Pestana…

La salida de Arguineguín de ese grupo de dos centenares de inmigrantes es un espectáculo que avergüenza y escandaliza a una sociedad madura y civilizada. Según el delegado del Gobierno, los soltaron porque habían sido ya reseñados por la Policía, tras su entrada irregular en el país. Listos para ser abandonados a las puertas de Mogán y cumplir con las instrucciones del ministro. Pero también en eso miente Pestana: no los soltaron por haber cumplido los trámites policiales. Si así fuera, tendrían que haber soltado a la mayoría de los dos mil que aún permanecen amontonados en el muelle, convertidos en población fantasma de un municipio al que en apenas unos meses han duplicado el número de habitantes de hecho.

Los soltaron para convertir la mentira del ministro sobre las 72 horas de retención en verdad, siquiera parcial. La patética verdad de una triste comitiva de personas abandonadas a su suerte. Hoy pensaba Pestana dar la orden para volver a soltar a otros tantos, dejándolos deambular por las calles de Mogán, recibiendo insultos y amenazas de algún desalmado, endosando un problema que el Estado y sus jerarquías y recursos no han sido capaces de resolver, a un pequeño pueblo con menos habitantes que inmigrantes ‘reseñados’.

Todo esto es un escándalo: es un escándalo que llevemos más de un año viendo cómo se agiganta el problema, sin hacer absolutamente nada. Es un escándalo trajinar así con seres humanos, ver a la administración responsable lavarse las manos cuando no pasarle el muerto a otras. Es un escándalo la desidia, el desinterés, la improvisación, la chapuza. Y todo envuelto en frases huecas cargadas de palabras como dignidad, solidaridad, humanidad, derechos…