España es docta en solventar sus episodios históricos de manera poco elegante, lo cual retrata a sus dirigentes. Incluso la tan cacareada transición fue una oportuna patada a seguir que salió bien por la pesadumbre del pueblo y el colapso de una dictadura agonizante bajo un anhelo de libertades que firmó lo que fuera. En clase, alguna vez he comentado que este país tuvo posesiones africanas y suelo recibir no pocas miradas de asombro desde la bancada estudiantil. Del Sahara, que fue provincia española, nos fuimos con la cola entre las piernas y sin honor. Al menos los portugueses, esos que miramos con aires de superioridad, tuvieron las agallas de salir de Angola a tiros.

Con maestría, la diplomacia marroquí ha sabido manejar los tiempos y ralentizar las resoluciones de la ONU a su favor. Y apunto a favor del invasor marroquí, que ha invertido en el desarrollo del territorio ocupado y tendido la mano, pero a día de hoy, Naciones Unidas aún señala a España como la potencia administradora y responsable de solucionar la descolonización del Sahara bajo un referéndum con el censo del 74. Sobran explicaciones en lo relativo a la imposibilidad de llevarlo a cabo. Principalmente, porque ya han pasado muchos años y la voluntad y el compromiso de España es nulo hacia la exprovincia; lo cual deja en evidencia ya no la indolencia sino la irresponsabilidad histórica de todos los gobiernos desde 1975.

Las aspiraciones saharauis han pasado por las resoluciones ONU para dar visibilidad a un conflicto olvidado y enquistado. A día de hoy, alguna tesis apunta a que se intenta llamar la atención de la parte más “romántica” del gobierno cabeza de hidra de España para avivar el ostracismo de la causa cuyo levantamiento en armas contra Marruecos solo puede acabar mal, pues la guerra de guerrillas con kalashnikovs y viejos Land Rovers Santana de la Legión, si bien hace años funcionó, contra un ejército bien equipado en lo tecnológico tiene poco recorrido.

La causa saharaui levanta simpatías pero son pocos los respaldos de facto pues Europa no vería con buenos ojos un estado fallido, otro más sumado a Libia, en su vecindario africano, que fácilmente podría ser captado por el integrismo a una hora en vuelo de Canarias.

Han pasado muchos años desde La Marcha Verde. Invasión que nos han vendido como una pacífica marcha civil hacía el sur. Miren, yo navego libre de complejos y eufemismos y la Legión española estaba con bayoneta calada y las cintas de las ametralladoras engranadas esperando una orden para frenar la agresión. Cosa bien distinta fue la traición que llegó desde un telefonazo de Madrid vía Washington y otra vez la furia del español sentado.

Marruecos aprovechó la agonía de Franco para invadir la provincia española. Desde entonces, ha jugado sus cartas con destreza y ha sabido doblegar voluntades y que la lima del tiempo y la vejez acomoden los anhelos de libertad que caducan con la artrosis de las rodillas de la ilusión hincadas en el polvoriento suelo del exilio de los Campamentos de Tindouf. ¿Cuánto tiempo puede vivir un pueblo y sus sueños en un destierro prestado por Argelia?, estado enemigo de Marruecos y principal valedor de la causa saharaui.

El peso de los fuertes intereses económicos de España con el Reino Alauita en forma de agricultura, pesca y producción textil, de la mano del enorme valor que Washington siempre ha concedido a Rabat como principal aliado en el Magreb cual dique contra el integrismo y evidentemente la espinosa cuestión de la inmigración irregular, suponen que España haya vivido plegada a los intereses marroquíes y que tradicionalmente haya ejercido una diplomacia servil con tal de no enfadar al vecino de la orilla sur del Estrecho de Gibraltar.

Y evidentemente, la gran pregunta es: ¿por qué precisamente ahora el Frente Polisario declararía la guerra a Marruecos por los territorios ocupados? Mi respuesta la vertebro entorno a varios aspectos con la pandemia de trasfondo y la derrota republicana en Washington. La diplomacia marroquí siempre ha preferido un candidato republicano en La Casa Blanca pues le da más margen de “negociación” a la hora de esgrimir su valor como pieza fundamental en la gran partida que se juega contra la expansión del islamismo en el Sahel. Marruecos es perfectamente conocedor de su valor estratégico y no en vano, lleva años embarcado en un ambicioso rearme respaldado por los EEUU pero sufragado por Arabia Saudí que a los efectos, es lo mismo.

El “vacío” de poder en La Casa blanca, la teórica llegada de un demócrata y quizás con ello una posición más empática hacia las reclamaciones saharauis –tradicionalmente no escuchadas por el republicanismo– de la mano de la despreocupación de Europa de todo lo que no sea covid, ha generado el escenario oportuno para poner a Rabat en un aprieto sin que los fuertes intereses del eje Washington–París puedan en este momento disuadir sus aspiraciones. Lo cual no significa que el renovado ejército marroquí no aplaste la revuelta bajo el [habitual] apagón informativo sabedor de que Europa no está ahora para una pelea de moros.

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