Las restricciones propiciadas por la pandemia están fomentando la clandestinidad. No podemos olvidar que lo prohibido corre siempre junto a las ganas. Sí, en realidad creo que los seres humanos tenemos una parte oscura que tratamos de esconder, pero en determinados momentos sale a flote. Por lo general tenemos la necesidad de llevar la contraria. Desde niños nos aplican la obediencia y al ser un hecho constante vemos en ella una dama cruel. Es evidente que hay cosas que la pandemia no puede cambiar de un día para otro. A pesar de organizar la buena voluntad, hay momentos que la muy cabrona, no se integra en ningún plano. Hay personas que son la discontinuidad de la razón y pese a ver que a día de hoy todo es un elemento constitutivo de muerte pasan de todo. Creo que junto a la imbecilidad está la soberbia, sí, la misma que siempre vive en un absurdo malestar y no acata nada. Junto a nuestras actitudes (opinión subjetiva) se observa la decadencia de nuestros principios. Exactamente, junto a la negación, está la afirmación que nos falta. Hay personas que por lo visto se permiten hacer fiestas clandestinas y en la desobediencia ven la ocasión de “brillar”. La verdad, pensándolo bien, creo que tenemos distorsionado el significado de felicidad y solo lo identificamos junto a todo aquello que nos anima durante un cuarto de hora. El sueño concreto de muchos vivientes, por desgracia, es: comer, beber, y (Olga, no seas grosera, no digas follar) pues entonces (sonrío) diré fornicar. Creo que ordenando sus preferencias, no se reconocen en nada que no tenga el denominador de lo que ellos llaman “diversión”. Con el lazo de la irresponsabilidad podemos estragular nuestra vida y la de nuestros semejantes. Toda “alegría” clandestina a la larga pasa factura. Me repugna ver el egoísmo tan desmedido que tiene nuestra sociedad y lo poco que pensamos en los demás. En suma, somos un juego dialéctico, que al encontrarse junto a la acción se queda en nada.

A los que se pasan por el forro todo, les diría, que nuestros ancianos también proclaman la vida. Justamente, ahora más que nunca, debemos ser conscientes que una mala acción propia puede mandar al cementerio a un semejante e incluso a nosotros mismos. ¿Qué es más importante? ¿La vida o las fiestas? Es el momento de dominar los impulsos y profundizar en las razones.