El presidente canario Ángel Víctor Torres, desde el estricto laicismo que profesa, ha sustituido las rogativas y las procesiones de santos por los titulares y las visitas de ministros. Ayer le tocó a la ministra de Turismo, Industria y Comercio, una señora que se llama Reyes Maroto, que vino, según costumbre, con una noticia bajo el brazo: antes de finales del presente mes se harán PCR en los aeropuertos españoles (y canarios) “a todos los viajeros internacionales procedentes de países de riesgo”. Maroto es una ministra afable, pero también está en magníficas relaciones con el cinismo estilístico de Pedro Sánchez, y por eso calificó la medida como un paso excepcional que pone a España “a la vanguardia de la movilidad segura” (sic). Más de medio año solicitando, exigiendo, suplicando pruebas diagnósticas en los aeropuertos canarios para evitar el desplome de la industria turística y una crisis económica arrasadora y resulta que ahora estamos a la vanguardia, porque ahora la vanguardia, escucha, André Breton, es una cacofonía semestral. La vanguardia consiste, para la socialdemocracia pandémica, en llegar tarde. Es portentosa esta refinada capacidad para el recochineo de los compañeros ministeriales de Torres.

Nos está invadiendo una nueva melancolía, que es la de estar sin ministros en Canarias. Cuando no tenemos ministros aquí, sonriendo junto a Torres, es imposible no pensar en ellos, como ocurre con los amores imposibles o los juanetes dolorosos. Para algunos, la ausencia de ministros empieza a convertirse en un mono más jodido que quedarse sin caballo la tarde de un domingo. ¿Cuándo vendrá Margarita Robles para anunciarnos que en unos días estarán habilitados los acuartelamientos que el Ministerio de Defensa va a ceder para alojar a los inmigrantes? Queremos a Margarita aquí, Margarita se llama mi amor, para que arruge los besos, en un gesto compungido, en una visita a Arguineguín, porque Arguineguín ya es nuestro parque temático de la miseria institucional, la estupidez política y la impotencia administrativa. Robles asegurando que todo está a punto, huyendo en un avión al amanecer y que las cosas sigan igual. Lo necesitamos de verdad, como otros necesitan el tabaco, el dolor, la indignación o las sonrisas para vivir.

¿Y los demás ministros? Tiene que venir José Luis Ábalos. El otro día me pareció distinguirlo, pero no, era el portero de un bingo cerca del puente Zurita. Ábalos tiene que venir no solo para concitar esperanza sobre las grandes infraestructuras que se crearán en Canarias gracias a los fondos europeos, sino para manifestarnos su desprecio de cuñado ejemplar que solo piensa en España. ¿Por qué solo los mesetarios pueden disfrutar de los menosprecios, caras de asco y ligeras amenazas de Ábalos? Los queremos a todos. Que vengan todos, incluido Salvador Illa, y que nos explique que Pedro Sánchez es la culminación de la filosofía de la Historia hegeliana, ya que no puede explicar nada de la evolución de la pandemia. Illa, qué maravilla. Los necesitamos a todos para sentirnos acompañados en el velatorio.