La mayoría de sus antiguos colegas se han olvidado de Javier Abreu, aquel tipo peleón y sin pelos en la lengua que aspiró a ser alcalde de La Laguna y no supo, o no pudo o no quiso mantenerse en un segundo plano dentro del PSOE y acabó siendo triturado por la picadora judicial de carne cruda en que degeneró la política lagunera en el último periodo de mandato. Ayer, Abreu declaró en la vista oral por el caso Reparos y la lió parda: fue tan brutal, desacomplejado y contundente en su declaración que la fiscal jefe provincial, María Farnés Martínez, no dejó pasar ni diez segundos (literal, ni diez segundos) desde el final de su intervención para proponer la apertura de diligencias contra Santiago Pérez, por un posible delito contra la administración de Justicia. Las vueltas que da la vida, la fiscal contra el concejal Pérez, que le ayudó a ponerse su medalla más importante, la del caso Teresitas.

En realidad, a doña María Farnés no le quedaba otra: a lo largo de casi una hora de muy entretenida declaración, plagada de sorprendentes revelaciones y giros narrativos que domina como nadie, Abreu dijo, bajo juramento, que Pérez, "que dice que me quiere como a un hijo, pero me trae a los tribunales", le había amenazado con recados recordándole que era mejor para él "portarse bien" en el juicio, porque la estrella del proceso no era él, sino Clavijo, y que la abogada de Pérez le ofreció "sacarlo de la denuncia" preparándole incluso el escrito necesario. Pero lo más interesante de la declaración es que vino a explicar que el caso Reparos no es otra cosa que una conspiración montada por don Santiago -insinuó que con la ayuda del interventor de La Laguna- para rematar la operación de destrucción política de Fernando Clavijo, iniciada con el caso Grúas. Para añadir mordiente a su testimonio, Abreu dio bastantes detalles, centrándose en el papel del interventor, con el que -dijo- Pérez se reunía dos veces en semana durante la etapa en la que ocurrieron los hechos, cuando estaba en la oposición.

El interés de Abreu por poner el foco sobre el interventor resulta indudable: le acusó de bloquear a conciencia el funcionamiento de La Laguna en una época de extrema dificultad y problemas, incluso se permitió una agria metáfora sobre el número de candados que el interventor quería poner en la puerta del consistorio para cerrarlo cuando más necesitaban de él los vecinos. ¿Fue el típico lamento de un político contrariado por el exceso de celo de un funcionario? Podría ser, si el interventor hubiera cuestionado la legalidad del levantamiento de reparos. Cosa que no hizo.

En fin, que ya puestos la fiscal provincial quizá debería llamar al señor de los cuatro candados. Su declaración es fundamental para desmontar la denuncia de conspiración con la que ayer Abreu logró dejarnos patidifusos a todos. Bueno, a todos no, los hay que siguen a lo suyo. A pesar del auto del Supremo y en respuesta al ahora cuestionado Santiago Pérez, la Audiencia Provincial insiste en pedir que se reabra el caso Grúas. Interpreta Astor Landete que el Supremo solo exime a los acusados del delito de malversación, pero no del de prevaricación, y que la jueza ha vuelto a hacerlo mal al dar carpetazo. Será otra coincidencia, pero se supo ayer. Una casualidad recurrente: cuando el Supremo da buenas noticias para los acusados por el caso Grúas, salta el caso Reparos. Y cuando las buenas noticias son en el caso Reparos, vuelve el caso Grúas