Cuando todavía los presupuestos generales del Estado para 2021 ni siquiera están sometidos a debate parlamentario -gracias a la pachorra y las querellas intestinas entre socialistas y podemitas no entrará en vigor hasta el próximo febrero- los heraldos monclovitas han anunciado una suerte de gira de Pedro Sánchez por todas las comunidades autonómicas para "presentar y profundizar" en el Plan de Recuperación y Transformación de la Economía Española que presumiblemente financiará la Unión Europea. Como las visitas personales del jefe del Ejecutivo -no se sabe si acompañado por el vicepresidente y las ministras de Economía y Hacienda- no son el mejor instrumento para estudiar, debatir y consensuar un plan de estas dimensiones -existen espacios institucionales para hacerlo, unos utilizados, como la Conferencia de Presidentes, y otros desgraciadamente no, como el Senado- solo cabe deducir que Sánchez, después de haber obtenido un estado de alarma durante seis meses con la única obligación de pasar a saludar a los ujieres del Congreso cada sesenta días, se va de marcha triunfal esmaltada en oro y lapislázuli. Para ser más precisos: Sánchez va a encarnarse en Míster Marshall y a derramar sobre nuestras pecadoras cabezas el cuerno de la abundancia presupuestaria.

"Viene el sanchismo/ llega con pasta y mucho cinismo". Es una lástima que ya no esté entre nosotros Lolita Sevilla. Es fama que el presidente ni siquiera esperó en su escaño en el Congreso de los Diputdos a escuchar las razones de los portavoces parlamentarios y se mandó a mudar. Tanto que criticamos a Mariano Rajoy por largarse durante la moción de censura para cogerse un colocón de pacharán. Esto es peor, porque Rajoy se marchaba para siempre jamás, y a este le acaban de firmar poderes para suspender derechos civiles durante medio año y seguirá aquí, disfrutando su triunfo, padrastro y golondrino de la patria tan preocupado por los suyos que les ha dicho que cada una de las autonomías que decida qué hacer para contener la pandemia, que él anda preocupado en otras cuestiones. Por ejemplo, en emprender una gira por España para profundizar en los maravillosos fondos abisales que nos proporcionará Europa para transformarnos en media legislatura en algo entre Suecia y Nueva Zelanda. "Viva el tronío/y viva un líder con poderío".

"Viva Montero/ y abran las tiendas allá en Logroño/viva el ingreso/ que nos dedica el niño del Moño". La política ya no es espectáculo. Eso quedó atrás, gane o pierda Trump las elecciones presidenciales. La política es el documento vivo del making off del político posdemocrático tomándonos el pelo. Un día nos televisarán a estos tíos hablando con sus compadres de nuestra infinita idiotez. Y otro día, no muy lejano, nos llamarán gilipollas en la cara y nos cubrirán de la fina saliva de sus carcajadas. El pacto de la nueva democracia pandémica y celeste está claro: entrégame tu voto y te prometo que nunca te diré, por pura compasión, por riguroso respeto, por un profundo compromiso humanitario, que no sirve absolutamente para nada.

Mientras las comunidades autonómicas dudan, tropiezan, tartamudean, persiguen botellones, perimetran y cuentan muertos, nuestro Sila de chaqueta y corbata nos adelanta que la calabaza hispana se convertirá en una carroza de cristal que nos trasladará al futuro, donde comeremos perdices, no emitiremos gases de efecto invernadero y derrotaremos de una vez al franquismo casi medio siglo después de morir Franco en la cama. Bienvenido, míster Sánchez.