Qué fina es la línea que separa el horror de la vida. Lo pensaba mientras leía los estupendos artículos que Eduardo Jordá ha recopilado en su reciente libro Fuera, en la oscuridad. En uno de esos textos, Jordá rememora la obra de Osip Mandelstam y la figura de Natasha Stempel, la mujer que inspiró uno de los poemas más hermosos escritos en el siglo XX. Para Natasha Stempel, se titula. Stempel, que era profesora de Literatura en Vorónezh, se apiadó de los Mandelstam cuando, condenados por el régimen de Stalin, llegaron a la ciudad enfermos y señalados.

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