En un momento delicado para la monarquía, sometida a aceradas críticas que desde la izquierda más radical y el nacionalismo secesionista pretenden socavar uno de los pilares del sistema en el que se basa la convivencia de los españoles, el Rey Felipe apeló el viernes en la entrega de los Premios Princesa de Asturias más atípicos, por las restricciones impuestas, al sentido del deber y la necesidad de un "gran esfuerzo colectivo nacional de entendimiento y concordia". De hecho, finalizó su discurso con palabras del grancanario Benito Pérez Galdós: "La historia está en el vivir lento y casi siempre doloroso de la sociedad, en lo que hacen todos y en lo que hace cada uno". Un claro llamamiento a que todos avancemos juntos. Y es que en medio de una pandemia que azota con virulencia a España, la prioridad es salir con el menor daño de una situación a la que el doctor José Eugenio Guerrero Sanz, jefe de la UCI del Hospital Gregorio Marañón de Madrid, que intervino en representación de los sanitarios premiados por la lucha contra el covid, se refirió como "la peor crisis sanitaria a la que el mundo se ha enfrentado en el siglo XXI".

Las monarquías se valoran por su utilidad, por su capacidad para servir a la sociedad. Desde esa premisa fundamental, el titular de la Corona se involucró el viernes a sí mismo en un llamamiento a las instituciones "para estar siempre -y ahora más que nunca- al lado y al servicio de los ciudadanos". Y reclamó a quienes las dirigen la obligación de conducirse con sentido del deber "y con la máxima responsabilidad, integridad y rectitud" para que el interés nacional prevalezca sobre las actitudes partidistas.

Si el Rey en su discurso comprometió a las instituciones y a la ciudadanía, la Princesa de Asturias, en su segunda intervención pública en los premios que llevan su nombre, buscó la complicidad de los jóvenes de su generación al apelar "a un futuro mejor" y a su sentido de la responsabilidad "para no olvidarnos nunca de las personas que nos rodean, que nos quieren y a quienes queremos". A la juventud se refirió también el laureado piloto automovilístico Carlos Sáinz, que recibió el Premio del Deporte, y a las sombras que se ciernen sobre el futuro incierto de las nuevas generaciones. "Os animo a que persigáis vuestros sueños con confianza, a que luchéis por ellos, a que la ilusión os guíe en vuestras decisiones y que el esfuerzo, el sacrificio y la valentía sean vuestra bandera".

Los valores solidarios subrayados por Felipe VI en el discurso en el que acudió a Pérez Galdós figuraban también con letras mayúsculas en el parlamento del portavoz de los sanitarios reconocidos por su labor abnegada y constante durante la pandemia: "Hemos aprendido", proclamó el médico José Eugenio Guerrero, "que es difícil entender la palabra concordia si no va unida a la de solidaridad y que una pandemia que nos trajo y trae tanto sufrimiento, dolor, deshumanización y muerte, también nos ha recordado que la concordia solo se obtiene con el esfuerzo de todos a través de la solidaridad".

La referencia frecuente del Rey en su discurso a valores positivos como la unión, la esperanza, el esfuerzo o la generosidad contrasta con la situación de crispación política y de falta de entendimiento que vive el país. La Casa Real ha visto cómo se multiplican los ataques a la Corona con el fin de hundir el prestigio de la institución monárquica a través de los escándalos que afectan al rey emérito. En tiempos de crisis apunta el dicho que conviene no hacer mudanza. La urgencia del momento enormemente complicado que nos toca vivir es reunir todos los esfuerzos en combatir al enemigo que amenaza la salud de los ciudadanos y la economía del país. Cualquier otro asunto que desvíe la atención de la lucha contra la pandemia y sus devastadores efectos resulta inconveniente.

No parece que la opinión mayoritaria sea en la actualidad favorable a una revisión del edificio constitucional. Abrir ese debate exige tranquilidad y sosiego, condiciones que no se dan ni por asomo en una España en la que la polarización de la vida pública resulta asfixiante.

El papel estabilizador de la monarquía, su capacidad de mediación y arbitraje, cobra especial relevancia en un país sometido a una peligrosa confrontación y con varios frentes políticos abiertos -la polémica renovación del Consejo General del Poder Judicial es uno de ellos- que benefician a los defensores del río revuelto con el fin de anegar los cimientos del modelo que creció con la Transición. Pero la efectividad de ese papel requiere altura de miras por parte de las fuerzas políticas constructoras de la democracia surgida de lo que ahora se denomina como el régimen del 78, que tanta prosperidad y avance trajo durante décadas. La apuesta por "el sentido del deber, la máxima responsabilidad, integridad y rectitud para que el interés general prevalezca", que el viernes defendió el Rey con ahínco sirviéndose del altavoz de los anuales premios y apoyándose en la voz de Benito Pérez Galdós, es el faro que debe guiar a la sociedad española y canaria y a quienes la dirigen para salir cuanto antes y con el menor daño posible de una crisis sanitaria con graves afecciones sociales y económicas que atenazan el presente y el futuro inmediato de todos.