Antes del fatídico 14 de marzo la rutina habitual en una mayoría de personas era acudir al trabajo, compartir el café de media mañana, practicar algún deporte, quedar con gente para tomar algo, conversar con la familia y los amigos, mantener una relación sexual más o menos estable con la pareja o ajena a ella, pero con la declaración del estado de alarma esa rutina cambió por otra que buscaba protegernos de la pandemia de la COVID-19, con lo que nuestras vidas dieron un vuelco sin precedentes hasta que hemos llegado a la oficialmente llamada nueva normalidad, con la que, coincidiendo con el verano, intentamos disfrutar y recuperar la anterior vida social.

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