Si algo ha caracterizado a lo que convencionalmente entendemos como arte moderno, es su permanente estado de crisis, entendida como la situación propia del cambio profundo de las cosas, que se mantuvo patente, contribuyendo a lo largo de las décadas a su progresiva evolución. Es posible que, una vez instalado en la conciencia cultural como un referente positivo, pueda resultar extraño reflexionar hoy en día sobre una cuestión así. Sin embargo, a mi juicio no lo es porque, una vez más, se halla en una encrucijada sumamente interesante.

Suscríbase a El Día para tener acceso completo a todas nuestras noticias y siga leyendo esta información en nuestro Kiosco Digital.