Noemí Santana se abstuvo de presentarse de nuevo como coordinadora general de Podemos Canarias por dos motivos. Primero, porque así lo había comunicado previamente a sus compañeros y sostenía, quizás, que un único mandato era suficiente. Pero sobre todo Santana no se presentó para no alimentar la candidatura de Meri Pita, que intuía inevitable y que juzgaba (con razón) básicamente destructiva. Pita fue la responsable de las maniobras que estuvieron a punto de impedir la presentación de la candidatura de Podemos al Parlamento. La canallada casi consigue que Podemos no contase con representación en mayo de 2019. Y para estupefacción de muchos dentro y fuera de la organización la dirección nacional no abrió una investigación cabal que se les antojaba imprescindible. No solo eso: Pita continuaba en el Consejo Político Estatal, aunque en junio no se le incluyó en el Consejo de Coordinación Estatal, el núcleo duro del cogollo del partido morado.

Apartándose de la carrera, Santana evitaba que Pita lanzara acusaciones del cesarismo derivado de concentrar poder político y poder orgánico. No ha servido de nada para aplacarla. Y como argumento político cojea un poco desde el momento en que la candidata de los noemistas, Laura Fuentes, es directora general de Juventud, es decir, forma parte del equipo de Santana en la Consejería de Derechos Sociales. De ser elegida por militancia y simpatizantes estaría jerárquicamente en una posición subordinada respecto a su antecesora como coordinadora general. Que la máxima dirigente de una organización política sea directora general no se antoja ni muy congruente ni demasiado operativo. Pero si Noemí Santana quiere a una de sus directoras generales como su lideresa preferible es, precisamente, porque se fía de poquísimos compañeros. Las necesidades aritméticas de una mayoría parlamentaria alrededor del PSOE y Torres hicieron el milagro de los panes, las moquetas y los peces.

En realidad Pita ha jugado a lo predecible: frente a una plancha de instalados en el Gobierno regional y en la Cámara ha diseñado una alternativa de compañeros mayoritariamente en la oposición y que viven o simulan vivir en la añoranza del Podemos inicial e iniciático, destinado a cambiar las cosas sin dilaciones, a ser instrumento vivo del pueblo unido que jamás será vencido y a asaltar los cielos, no a estampillar expedientes siempre insuficientes o defender gangosas proposiciones no de ley. Pita, en definitiva, gestiona con incansable malicia la decepción que todo partido de izquierdas (pequeño o grande) ve crecer en su interior cuando le toca lidiar con la puñetera realidad y actuar en un marco institucional. Pero su estratagema es peligrosa y, de llevarla empecinadamente hasta el final, conducirá inevitablemente o a socavar la estabilidad del Gobierno en pocos meses o a dañar la cohesión interna de Podemos Canarias.