Es un tema recurrente. Y cansino. Lo que algunos repiten, insistentemente, llega al paroxismo en cuanto llega una crisis: el “modelo” económico de Canarias está equivocado y nuestra dependencia del turismo es tóxica. Sin embargo, ese modelo “fracasado” ha mantenido la vida de los habitantes de estas islas, ha enriquecido a empresas foráneas y ha atraído miles de trabajadores de otras partes del mundo. Vaya fracaso más raro.

Dicen que no es bueno poner todos los huevos en la misma cesta. Y es verdad. Pero a nadie se le ocurre ninguna actividad que sea capaz de crear los puestos de trabajo y el volumen de economía que genera el turismo. Los que afirman que tenemos futuro en la agricultura están demenciados. No tenemos agua abundante, ni barata, ni superficie cultivable, ni costos de producción, ni distancia adecuada que nos permita competir ventajosamente con otros mercados. El gran producto agrario de exportación -el plátano- ha sobrevivido, pero dopado con subvenciones y gracias a que tuvimos reservado en exclusiva el mercado nacional. El tomate hace tiempo que se fue a Marruecos, que tiene mano de obra barata, agua y tierra disponible. Y un puente marítimo para sus exportaciones a Europa. Y con eso está casi todo dicho.

También escucharán decir que tenemos un futuro en el terreno de las nuevas tecnologías. Yo nunca entiendo a lo que se refieren. Para fabricar algo aquí tendríamos que importar la materia prima desde la Conchinchina. Y luego pagar el transporte hasta mercados lejanos. El terreno de las energías renovables es fantástico para eliminar nuestra dependencia del petróleo. Pero cuando logremos autoabastecernos, ¿qué es lo que proponen? ¿Enviar el excedente de energía a Europa fabricando pilas? ¿Qué nuevas industrias tecnológicas existen que no estén ya por todo el mundo?

Lo nuestro es como para hacérnoslo mirar. La Canarias de ahora, y la de hace muchos años, solo puede vivir del turismo y del comercio. Y es lo que ha hecho. Es lo que ha tirado de la construcción, de la agricultura y del transporte. El turismo volverá, más tarde o más temprano. El único problema es que cuando llegue nos encuentre vivos. Que no se hayan vendido a precio de saldo los pocos negocios canarios que existen en la actualidad. Que no se haya destruido la eficiente industria que movía millones de viajeros. Que no se haya roto la cadena de valor de la bicicleta turística.

Canarias tiene poco más de dos millones de habitantes. Menos que muchas ciudades de Europa. Pero somos un territorio fragmentado y lejano del continente. Aquí todo es más caro. Para producir una transformación radical de nuestra economía sólo tenemos dos caminos. O nos salimos de la Unión Europea y recuperamos las libertades fiscales y aduaneras de los puertos francos o nos planteamos reducir los residentes en las islas para adecuarlos a la carga de población que podamos soportar con menor riqueza. Esto es lo que hay. Y si algunos no lo ven es simplemente porque son muy totufos.

El recorte

Que abran el grifo. Como dijo Serrat -ese enorme poeta- nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio. Las flores se secan si no se riegan. Incluso en las macetas de los pactos políticos. El presidente de Canarias, Ángel Víctor Torres, un fiel jardinero, ha esperado paciente e inútilmente a que Madrid entienda la que se está liando por aquí abajo. Pero el agua no ha llegado. Porque Madrid tiene la agenda ocupada y el grifo cerrado. Y poco a poco la vida en el Gobierno canario se ha vuelto ligeramente incómoda para algunos de los socios. A nadie le gusta estar en un barco que se hunde. Ahora nos aseguran que el dinero de Europa llegará a las islas. Que Canarias dispondrá de suficientes fondos en sus cuentas públicas. Y que en la foto los Presupuestos del Estado vamos a salir divinamente. ¡Dios les oiga! como decían las abuelas. Dentro de muy poco podremos comprobar si lo que hoy dicen es cierto. Cuando dejemos de ver la insólita imagen de personas que rebuscan en los contenedores de basura (algo que parecía cosa del pasado) o el incremento de las colas en la beneficencia o la desolación de las familias que han perdido totalmente sus ingresos. Que Madrid no cumpla enviando financiación a Canarias no es solo un problema político: es la diferencia entre sobrevivir o quedarse por el camino. Ojalá esta vez no nos estén mintiendo.