Ahora se entiende todo. Ahora está claro, diáfano y transparente. El ministro de Justicia del Reino de España, Juan Carlos Campo, ha explicado las claves de por qué el Gobierno impidió que el jefe del Estado acudiera al acto de toma de posesión de jueces en Barcelona. “Había razones que desaconsejaban su presencia”, ha dicho el ministro. ¿Cuáles? Pues el fallo del Tribunal Supremo que iba a inhabilitar al presidente de la Generalitat, Quim Torra, y la cercanía de la conmemoración por los grupos independentistas del aniversario del referéndum del 1-O. Las dos razones son de traca. La primera porque lleva a preguntarse si es que el Supremo le adelanta los fallos a la Moncloa antes de hacerse públicos. Y la segunda como se considera “en las cercanías” de manifestaciones un acto que se iba a celebrar al menos una semana antes del primero de octubre.

Luego, obviamente, hay más asuntos para llevarse las manos a la cabeza. Por ejemplo preguntarse cómo es posible que el ministro de Justicia sí haya ido al acto y el jefe del Estado no. ¿Es que en la figura del monarca concurre alguna inhabilitación institucional que el ministro o su Gobierno no padecen? Campo negó que la suspensión de la asistencia del rey tuviera que ver con su seguridad. Porque eso sería muy chusco. En realidad se trataba de velar por “la convivencia” y de la necesidad de no crear “tensión”. Y así tenemos todo el cuadro dibujado. Para que los ciudadanos independentistas que viven en Cataluña no sintieran “tensión” por la visita del Jefe del Estado, el acto se tenía que aplazar o, en su defecto, había que impedir la presencia del rey. Por el bien de la convivencia, no vaya a ser que a los grupos soberanistas les diera un flato. Y este asunto, que parece poca cosa, es en sí mismo la mejor muestra de una quiebra a la española. A partir de hoy ya se sabe, y queda sentado el precedente, que Felipe VI no podrá visitar ninguna comunidad donde gobiernen partidos que propugnen la independencia. Porque no se debe provocar ninguna tensión que dificulte la convivencia con quienes no se sientan españoles.

El actual Gobierno parece abonado a considerar que la convivencia se establece a través de las cesión unilateral del todo hacia una parte. Acepta como un hecho de pura normalidad que se conmemore un referéndum que se considera -hoy por hoy- ilegal y con sus promotores encarcelados, tras ser juzgados, por la comisión de un delito. Impide la visita de la máxima autoridad del Estado para no incomodar a quienes jalean y promueven la ruptura del orden constitucional y “la liberación” de Cataluña. Y todo ese mejunje lo motiva el propio ministro de Justicia. Apaga y vámonos.

Tengo ya bastante claro que los catalanes se merecen la independencia. Y hasta creo que los canarios deberíamos pedirla. Cualquier cosa antes de seguir siendo ciudadanos de un Estado mentecato.

El recorte

La InSeguridad Social. Los usuarios de la Seguridad Social que quieran hacer algún trámite urgente, que se vayan olvidando. El proceso de cita previa electrónica es un imposible. Moverse en la web oficial es como ascender al Everest por la cara Norte, en invierno, en calzoncillos y sin oxígeno. Cuando pides cita previa en Tenerife te la ofrecen en Valverde de El Hierro. O sea, ahí al lado. Para el resto de oficinas no hay fechas. El teléfono al que llaman “de información” -por cierto, un 901 de tarificación especial- responde con una grabación que no lleva a ningún sitio más que a la desesperación o al cabreo. El coronavirus ha servido para blindar de tal manera el servicio que no hay manera de acercarse a él. Estamos en la España de siempre. Aquella vieja España de Larra del “vuelva usted mañana”. La administración pública se desentiende de los problemas de los ciudadanos, que pagan a cambio de ser maltratados por un mundo que existe detrás de las ventanillas y que se desocupa de ellos. Por mucho que algunos presuman de cómo se ha modernizado lo público, la experiencia cotidiana demuestra que no es así. La Seguridad Social se ha convertido en absoluta inseguridad. No hay respuestas. Y los ciudadanos que las necesiten no las van a encontrar. Vuelva usted mañana. O nunca.