Es como llaman a los incendios que tiñen de color anaranjado los cielos del Oeste norteamericano. Estos incendios, los que hace meses devastaron Australia, al igual que los fuertes huracanes que se forman en el Atlántico y el Caribe, y las tremendas inundaciones en la India o en Japón son resultado de un exceso de población, de la imparable quema de combustibles sólidos, de talas masivas de bosques tropicales en Brasil o el Congo, de sobreexplotación agraria y pesquera y, en su conjunto, de muy mala gestión del medio ambiente planetario. El fuego tiene poderosa significación simbólica. Heráclito creía que el cosmos se originó de una masa de aire ardiente primordial cuyos restos forman la esencia del alma. Por un lado el fuego se asocia a la sabiduría graciosamente donada o, mejor aún, arrebatada a los dioses por la astucia de los humanos pues su dominio nos distingue de los animales, y por eso El Ghazali (siglo XI) comparaba el espíritu del Profeta con "una antorcha que ilumina". Pero también se asocia con la idea de la purificación puesta despiadadamente en práctica en la Biblia para acabar con las alegrías de Sodoma y Gomorra, en un dramático precedente que ha servido tanto para la posterior quema de herejes en la hoguera como para la quema de libros "nocivos" por parte de dictadores de todos los pelajes como recuerda "Fahrenheit 451", de Ray Bradbury, cuyo título se re?ere a la temperatura a la que arde el papel. El primer emperador chino Qin Shi Huangdi (siglo III aC) ordenó la quema de todos los libros salvo los de medicina y agricultura) porque, con modestia, quería hacer que la Historia comenzara con su reinado, y Diocleciano organizó grandes hogueras con los primeros textos cristianos, que veía peligrosos para el Imperio. También los nazis quemaron libros con entusiasmo. El mismo Dante describe su purgatorio como lugar de puri?cación necesario para el alma en su camino al cielo. En la tradición musulmana, El Bokhari en siglo IX anuncia el ?n del mundo en forma de "un fuego que abarcará a todos los hombres desde oriente hasta occidente". Parecería que preveía lo que ocurre ahora con los incendios que asuelan el mundo desde

Australia hasta California y Oregón, avivados por temperaturas oceánicas más cálidas que lo habitual y por vientos inmisericordes. Se acaba de publicar el quinto informe de las Naciones Unidas sobre el Estado de la Biodiversidad Global (Global Diversity Outlook) que nos recuerda que nos enfrentamos a un colapso catastró?co que amenaza con borrar de la faz de la tierra a especies enteras de animales, reduciendo la rica diversidad genética y poniendo en peligro nuestras reservas alimenticias, nuestra salud y nuestra misma seguridad. Porque habitamos un planeta vivo en el que todo está íntimamente relacionado. El resultado es una relación insana con la naturaleza que va contra nuestros intereses y que nos coloca ante la imperiosa necesidad de cambiar radicalmente de actitud antes de que sea demasiado tarde, si es que ya no lo es porque las alternativas futuras solo son malas o peores, a elegir. España es un país que se verá muy afectado por esos cambios porque está en una franja terrestre en la que lloverá menos, hará más calor y la deserti?cación ganará terreno. Algunas islas del Pací?co serán borradas del mapa por la subida de las aguas y los países del Sahel se asarán, literalmente, con olas de calor extremo que provocarán la ruina de las cosechas y la emigración forzosa de sus habitantes... Como resultado, en el futuro habrá muchos campos como el actual de Moría, en Lesbos, que acogerán a gentes que huyan de hambrunas causadas por el cambio climático. No nos engañemos, si la actual pandemia ha puesto nuestras vidas patas arriba, ha creado una situación sanitaria extrema con cientos de miles de muertos en todo el mundo, ha hundido la economía y ha producido cifras estratosféricas de desempleados... esto no es nada comparado con las consecuencias de lo que nos traerá un cambio climático que algunos todavía insisten en negar, perdiendo un tiempo precioso que nuestros descendientes nos echarán en cara. Porque ellos ya no podrán pararlo y convertirán en realidad la predicción del dios hindú Shiva (que se representa rodeado de un aura de llamas) cuando convierte en ceniza la ilusión de nuestra existencia. Por eso es buena noticia el anuncio de Úrsula von del Leyen de incrementar desde el 40% al 55% el índice de descarbonización de

Europa para el año 2050. La mala noticia es que a pesar de nuestra buena voluntad para aceptar los muchos sacri?cios que eso nos va a exigir, los europeos sólo somos responsables del 9% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero y nuestro esfuerzo no será e?caz si otros como China (Xi acaba de prometer en la ONU un plan para alcanzar la neutralidad en carbono en 2060), EEUU, India y otros no siguen nuestro ejemplo y no lo hacen pronto. Otra cuestión son las tormentas que estallan en España con decisiones que el gobierno no se digna a explicar como impedir al Rey ir a Barcelona para presidir la entrega de despachos a los jueces de la 69 promoción, o tramitar indultos para gente que no está en prisión por sus ideas sino por delitos de los que no se arrepiente, que dice que los volvería a cometer y que, además, no quiere indultos sino amnistía. Pero esas tormentas no son de fuego sino de simple desvergüenza política que no es casual ni inocente.

(*)Embajador de España

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