Hay personas que son el manifiesto de sus emociones y el propósito que no conduce a nada. A la hora de pensar en determinadas cuestiones es importante ver que junto a la nebulosa de la inestabilidad todo es desorden y abandono.

No es difícil darse cuenta que al lado de lo vacilante se reconoce la sombra de la duda. ¡Menuda odisea la de lidiar con la volubilidad!

Hemos de admitir que todo aquello que no se ofrece en sí mismo es una carencia.

Hay personas que un día nos aman y al siguiente nos aborrecen. Sí, personas que cualquier ocasión es buena para desarrollar sus múltiples caras. Están por doquier: jefes, amigos, parejas, vecinos y así un largo etcétera. Las personas así no se dan cuenta que sus desgarros anímicos, tarde o temprano, son la sombra del rechazo. Las relaciones interpersonales (opinión subjetiva) no deben ser el capricho del ánimo. Todo, absolutamente todo lo que fractura la buena convivencia, crea un clima de culpa. Ser voluble es potenciar una agresividad silenciosa dispuesta a estallar en cualquier momento. Hay comportamientos que parecen retadores a simple vista... Y resulta que no pasan de ser un episodio más en la vida de un voluble.

Son tiempos difíciles, tiempos en los que todo parece venir con voluntad de desaparición; junto a la pandemia estamos descubrimiendo que lo establecido ya no tiene ruta y por consiguiente de ahora en adelante todo es novedoso. Ya que a día de hoy no podemos familiarizarnos con nada, consideremos la posibilidad de ofrecer a los demás nuestra mejor cara; por supuesto, procurando no amar y aborrecer al mismo tiempo. No debemos olvidar que a día de hoy nuestros semejantes son los ojos que sacuden nuestra vida. Con las mascarillas (no lo olviden) todo nace de la mirada.