Canarias no está en la agenda de los ministros. O sea, en la del Gobierno. Y tampoco en la de Pedro Sánchez, que de las islas no se llevó ni el salitre de Lanzarote. La comparecencia del presidente del Gobierno en la cámara de los territorios fue decepcionante. Fue a hablar de su libro. O sea de los presupuestos. De la renovación del Consejo General del Poder Judicial. De los independentistas catalanes, que siguen erre que erre con la república. O de la transición tecnológica y energética de este hermoso país de parados. Temas todos que se la traen bastante al pairo a miles de familias que se están preguntando cómo van a llegar a fin de mes.

España tiene un gravísimo problema de supervivencia. Metido en gastos inasumibles -salarios públicos, pensiones y ayudas sociales- la supervivencia del Gobierno de PSOE y Podemos cuelga del delgado hilo de esos 140 mil millones de que nos ha tocado en lotería de la Unión Europea. De esos y de los otros miles que vienen a través de programas como el SURE o el MEDE. Pero gran parte de esa pasta tendrá que devolverse. Así que más tarde o más temprano, Moncloa tendrá que enseñar la patita de un incremento de la recaudación fiscal. El dopaje al consumo que se ha realizado con los créditos ICO, miles de millones que han soltado los bancos con el Estado como avalista, encubre la anemia financiera de las familias de este país. Y cuando haya que devolverlos -en abril del año que viene- a la banca privada española le van a dar los siete males cuando compruebe que el avalista, o sea, el Estado, es insolvente.

La realidad de este país no es homogénea. La crisis no afecta por igual a todos sus territorios. El virus de la pobreza afecta más a las sociedades más empobrecidas y debilitadas. O sea, tipo Canarias. Como un mal médico, que no se entera, el Gobierno insiste en decir que está tomando medias. Y es cierto. Una medicación igual para todos: los ERTE, el Ingreso Mínimo Vital, los fondos extraordinarios para gastos sanitarios del Covid-19 y Educación... Pero el peor error de cualquier galeno es tratar con la misma medicina diferentes patologías.

Canarias ha fracasado en la tarea de explicar y convencer de que las circunstancias que concurren aquí son excepcionales. Nuestro modo de vida, basado exclusivamente en el turismo, está en quiebra. Y lo previsible es que siga así durante, al menos, dos años. Para poder sobrevivir a este apocalipsis zombi necesitamos que nos enchufen a un respirador que nos mantenga vivos. No es tan difícil de entender. La mismo que ha hecho la UE con España a través de un plan de solidaridad de todos con los más débiles, es necesario hacerlo en nuestro propio país. Pero ese plan no está. Ni se le espera.

Seguiremos debatiéndonos en polémicas estériles y en la espera de visitas milagrosas de ministros. Nadie quiere ver que sin turismo nos moriremos a plazos. Pero es lo que es.

El recorte

El escándalo de la ocupación. La ocupación de viviendas se ha convertido en un problema enorme en este país. Uno en el que los ciudadanos han quedado abandonados a su suerte. Los propietarios de una vivienda pueden encontrarse, cualquier día, con que su casa ha sido ocupada a la fuerza por personas que se niegan a abandonarla. Iniciar un proceso judicial es eterno. Y la policía no tiene el amparo legal para desalojar a los ocupantes que, en el caso de contar con un menor entre sus miembros, encima están protegidos hasta tal punto que el propietario no puede cortar ni el agua ni la luz de su vivienda, a pesar de que haya sido ocupada. Cornudo y apaleado. La tenencia de una propiedad conlleva una serie de obligaciones -el pago del IBI, la basura o en su caso del patrimonio- pero parece que no proporciona ningún derecho. La obligación de los poderes públicos es facilitar viviendas sociales o albergues para las personas que lo necesiten. Pero en ningún caso esa obligación se puede derivar hacia la pérdida de los derechos de los propietarios privados. Ya no hablamos de segundas residencias o pisos vacíos. Hablamos de una casuística que también incluye viviendas “ocupadas” durante unas vacaciones o en un fin de semana. Es un escándalo cada vez mayor que los propietarios afectados por una ocupación se vean abandonados a su suerte y pierdan el derecho de uso de sus bienes que en el mejor de los casos tardan meses en recuperar. A veces con graves daños de los que nadie se hace responsable. ¿Para esto pagamos impuestos?