Pedro Sánchez tuvo la oportunidad de volver a desarrollar ayer, ante el Senado de la Nación, las complejidades de su discurso presidencial. Básicamente, Sánchez se entretuvo en tres ideas y una declaración. Las ideas no son necesariamente nuevas ni originales, pero hay que reconocer que el hombre las expresa desde hace unos años con afectada convicción.

La primera idea es la necesidad de unidad nacional, algo que recuerda cada vez que va a ciscarse en la oposición, por su evidente rechazo a cualquier consenso y acuerdo. Este Sánchez, el hombre que pide consenso y acuerdo, es el mismo Sánchez que ha cabalgado su carrera política a lomos de la descalificación continua de las derechas, al tiempo que contribuía con certera habilidad a dividir a la derecha de siempre, con decisiones que alimentaron el crecimiento de la bomba de relojería que es Vox.

La segunda idea recurrente de Sánchez es su interpretación de que el partidismo debe permearlo todo, penetrarlo todo, y que todos los órganos del Estado deben responder a los resultados políticos del momento. Ayer insistió en eso, al centrar su intervención final ante los senadores en la necesidad de que el PP consienta la mayoría del PSOE en el Consejo General del Poder Judicial -hoy bloqueado-, para que el Gobierno de los jueces responda a la voluntad expresada por los electores. Una curiosa percepción de la utilidad de los controles y contrapesos constitucionales: quiere Sánchez que haya acuerdo en la designación del Consejo de Administración de la tele, o en el Gobierno de los jueces, pero quiere que lo haya para cambiar los equilibrios actuales y dar el control al PSOE. Para que él mande más, en suma. Y afirma Sánchez que el PP debe aceptar que el PSOE controle esos órganos, incorporando profesionales que respondan a las decisiones o intereses de su Gobierno. Las funciones del Consejo de RTVE o del CGPJ -cuya elección por mayorías muy reforzadas se diseñó para garantizar un reparto equilibrado de los puestos, la búsqueda de consenso, o la selección de personas independientes- es la de proteger a las instituciones del poder único de un partido o un Gobierno, y evitar los excesos. Sánchez no lo ve así. Piensa que si él gobierna, todo debe plegarse a su política.

La tercera idea es la de considerar que quien no cede ante lo que él plantea incumple la Constitución. El PP puede ser un partido engolfado por la corrupción (no es el único) y poco edificante en su manejo de los poderes del Estado (tampoco es, por desgracia, el único), pero acusar al PP de incumplir la Constitución por bloquear las propuestas socialistas en la tele o en el Poder Judicial resulta muy autoritario, y poner de ejemplo de respeto constitucional a Podemos, bastante fantasioso.

Y la declaración, esta en clave local: interpelado por Fernando Clavijo por el desinterés de su Gobierno ante el problema de la inmigración irregular en las islas, Sánchez no dio la más mínima explicación, ni realizó propuesta alguna para contribuir a resolver el drama. Qué lejos queda aquel mediático acogimiento del Aquarius, en junio de 2018€ Sánchez se limitó ahora a decir que la inmigración le preocupa mucho. Exclusivamente eso. No saben lo que me tranquiliza que al presidente le preocupe que haya 400 africanos amontonados en el muelle de Arguineguín. Ya podemos estar tranquilos. Tanto como esa ministra de Defensa que se resiste a acoger emigrantes en los cuarteles vacíos de Fuerteventura, o este ministro de Migraciones que dice que vendrá a las islas cuando tenga la agenda holgada.