Esa fue su respuesta. Un amigo está hastiado del tema Covid-19. Parece que no hay otro tema en el horizonte de los medios de comunicación, salvando el caso Messi y el Tour de Francia. Y no deja de tener razón el hombre. Por eso, a poder ser, voy a comprometerme a evitar el monotema que nos ha tenido entretenidos, temerosamente entretenidos, gran parte del 2020.

El hastío es una emoción tremendamente limitante. Tiene bastante de aburrimiento, aunque de ese aburrimiento que se mezcla con el fastidio. Incluye unos trozos de cansancio y de disgusto que le dan ese sabor a tedio y molestia. Es una lata sentirlo e irrita en su buqué final. El potaje del hastío limita mucho el comienzo del curso, querido amigo. ¿Pero de quién es la culpa cuando nos sentimos así?

Dice mi madre que "la culpa es solera, porque nadie la quiere". Ha entrado en franca decadencia valorativa el sentimiento de culpa. Tal vez los excesos de ayer han hecho de ella un sentimiento infravalorado. Preferimos hablar de "sentirse responsable" para evitar el nombre de culpa cuando nos remuerde la conciencia. Y creo que debemos reivindicar su presencia sanadora en nuestra vida. La culpa tiene su lugar en nuestro desarrollo personal. Por el hecho de que haya sentimientos patológicos de culpa, no hay que desterrar esa experiencia interior que nos hace valorar el daño causado a otros.

Si somos sinceros, de cuanto nos ha ocurrido y ocurre somos un poco inocentes y un poco culpables. No solo somos espectadores de una realidad digital. Afectamos al entorno con nuestra acción u omisión. Todos tenemos algo que ver con la pobreza y la exclusión, con el calentamiento global, con la destrucción de este planeta que nos sostiene. Nadie puede decir que es totalmente inocente del deterioro del entorno y de una mala administración de la Creación. Si no apetece escuchar la palabra, no la pronuncies, pero creo que somos "culpables" de la actual situación de esta Casa Común.

Puede ocurrir que la reiteración reivindicativa de los valores ecológicos nos adormezca y hasta nos hastíe también. Pero en esto tenemos que espabilar. Debemos comenzar a cuidarnos mutuamente cuidando entre todos el común espacio que habitamos. Tenemos que comprometernos en que este mundo sea respirable y habitable. Para nosotros y para las próximas generaciones.

El Papa Francisco ha pedido que el 1 de septiembre los cristianos celebremos la Jornada mundial de Oración por el Cuidado de la Creación, fecha con la que comienza el Tiempo de la Creación y que finaliza el 4 de octubre, en memoria de san Francisco de Asís. Esta medida, como muchas otras que se despiertan entre nosotros, debe hacernos tomar conciencia de que en este tema no vale "que cada palo aguante su vela". Porque no hay un palo para cada uno, sino un mundo para todos.

Hay temas que no nos deben hastiar porque en ellos se juega el presente y el futuro de la sociedad. Un planeta herido no puede contener un mundo sano. Y nosotros somos elemento fundamental del ciclo natural. No solo por pertenecer a la dimensión biológica de la existencia, sino porque somos libres y conscientes y esto nos hace responsables. Nosotros sí somos responsables. Y no nos viene mal que también nos sintamos culpables, individual y socialmente, hasta solidariamente culpables, del daño ocasionado a este regalo de Dios que es la tierra.

"Loado seas, mi Señor, por nuestra hermana la madre tierra, / la cual nos sustenta y gobierna, / y produce diversos frutos con coloridas flores y hierba". (Francisco de Asís)

Amén.

(*) Delegado de Cáritas

diocesana de Tenerife