Vivimos una crisis migratoria en Canarias -por el momento no cataclismática pero que se problematiza día a día- y la responsabilidad está compartida entre el Gobierno central (con Anselmo Pestana como su delegado en las islas) y el Gobierno autonómico. Por supuesto luego están los culpables por omisión: el silencio del Parlamento de Canarias sobre el asunto es atronador. Cuando la oposición se ha atrevido a preguntar al presidente Ángel Víctor Torres al respecto, siempre ha obtenido como respuesta naderías narcóticas después de las que el líder socialista acababa invariablemente pidiendo que no se partidizara el asunto como arma política. Esto es deslegitimar la función crítica y fiscalizadora de la oposición, caricaturizada como un hato de mamones irresponsables que no saben lo que hacen o unos bichos despiadados en la gestión del dolor popular. La oposición es estúpida y traicionera porque "no arrima el hombro" para sacar el país adelante, un truco retórico que utilizan desde Donald Trump hasta Pedro Sánchez, pasando por Jain Bolsonaro o Boris Johnson.

Desde Madrid se ha impuesto una línea de acción política muy evidente: nada de derivar migrantes a la Península y nada de mejorar las condiciones de vida de los que llegan a nuestras cosas. Canarias convertida en prisión flotante y trinchera en el Atlántico contra el propio derecho a salvar la vida -ya no de mejorarla- de los que vienen a bordo de cayucos. Ayer llegaron dos embarcaciones a Juan Grande y Caleta de Fuste y otras dos han sido apresadas en alta mar: más de ochenta personas en total. La mayoría dormirá sobre la dura piedra del muelle de Arguineguín. Más de 300 personas hacinadas ahí. Mientras escribo esto se informa de la llegada de una patera a La Palma, con otras diez personas, y de la localización de una zodiac entre Lanzarote y Fuerteventura con 54 personas a bordo.

Quizás un delegado del Gobierno podría tolerar, si tiene el suficiente cuajo, que sus superiores en Madrid, mala entraña sufran, lo nombren poco más o menos alcaide de los africanos retenidos en nuestras islas y que a menudo no tienen ni donde dormir, lavarse o cagar con dignidad. Pero, ¿de veras que no ha podido organizar en tres meses una red de centros de acogida de carácter estable y con dotaciones dignas en colaboración con cabildos y ayuntamientos y las oenegés? Pero, con franqueza, ¿usted a que se dedica, Pestana? ¿Está usted seguro que conocer sus responsabilidades institucionales? Después de esta impúdica exhibición de ineptitud el delegado del Gobierno en Canarias debe presentar su dimisión, cuanto antes, mejor, para evitar la indignación y la vergüenza ajena. La cuota isleña - "venga, vamos a darle al PSOE de La Palma la Delegación del Gobierno" - no parece la mejor metodología para elegir un cargo tan relevante y delicado. Pero a las élites de los partidos políticos se las pela, desde la convicción de que ganar las elecciones y llegar al poder coloca en sus manos un botín institucional que pueden repartir o enajenar como les venga en gana.

José Naranjo cree que la pésima gestión de la crisis migratoria de las autoridades en Canarias "alimenta el rechazo y en vez de mirar a los responsables, señalamos a las víctimas y las vemos como amenazas". En absoluto le falta la razón. Si en la crisis de hace quince años no se registraron episodios de racismo o declaraciones xenófobas fue porque se "resolvió" con cierta rapidez y se vivía un momento económico bonacible. El hambre, el miedo y la incertidumbre despierta al ruin racista que el canario -como cualquier hombre o mujer- lleva dentro.