Después de que Putin decidiera vacunar a su hija, el muy padrazo, en vez de pasarle la vacuna a Trump, que anda el hombre desquiciado con perder la carrera de Oklahoma, hemos sabido que también los chinos han patentado la suya. Lo mejor ha sido enterarse de que un país que lleva décadas pasándose las patentes ajenas por el arco de triunfo dispone de una Oficina Estatal de Propiedad Intelectual. Un asunto a tener en cuenta, sin duda. Estos comunistas de mercado tienen ya de todo. Y cada vez van más rápido: por eso han anunciado que su patente de vacuna -todavía pendiente de ser probada en el extranjero, según nos dicen- podría ser producida masivamente y además sería muy barata y fácil de producir. Han dicho también que van a ponerla a disposición de cualquier país que la pida, pero sin pasarse, que el invento es suyo. Y es verdad: inventaron primero la enfermedad y ahora la cura. Porque al contrario que con el Sputnik 5, ese probable brebaje postsoviético que apesta a vendedor de crecepelo, los chinos llevan currándose su vacuna desde que el primer contagiado la palmó.

De esta vacuna ya escuchamos hablar hace unos meses, cuando el Instituto Científico Militar y la compañía biofarmacéutica china CanSino Biologics decidieron pinchar -a finales de junio- a un montón de militares chinos -unos quinientos, según se dijo- que se presentaron voluntarios (o no) para las pruebas. Los militares chinos no sólo son muchísimos -el suyo es el Ejército más grande del mundo, probablemente haya más uniformados chinos que de todos los demás ejércitos del mundo juntos- es que además son muy pero que muy patriotas. Por lo menos tanto como las pobres niñas que pueblan las estepas rusas. Si a 500 soldados chinos se les cae la nariz o se vuelven verdes, tampoco se va a notar mucho. Bueno, ellos a lo peor sí lo notan, pero es lo que tiene haberse presentado (o no) voluntario.

La cosa es que esta carrera por ser los primeros en producir una vacuna viable (que se pueda producir masivamente), barata y que además proteja -aunque sea algo- está al borde de ofrecer resultados. No es que uno tenga precisamente prisa en ser de los primeros en probar si funciona de verdad, pero es asombroso que en poco menos de seis meses desde que empezamos a saber que había una ciudad con 80.000 infectados de una gripe nueva, en solo 180 días desde entonces, ya tengamos la cura casi a punto. Con la vacuna del sida siguen sin acertar, y mira que llevan ya casi cuarenta años peleando con ella, y con la del ébola también tardan lo suyo, y eso que fue la misma CanSino Biologic la que más se acercó a dar con una. Pero el ébola es una enfermedad que mata sobre todo a africanos pobres, y el sida ya pasó de moda, como las vacas locas, la fiebre porcina o aquella gripe A que casi acaba con todas las yemas de huevo del planeta y nos demostró que en la OMS también podrían dedicarse a montar casinos.

Esta vacuna estarán vendiéndola en nuestras farmacias la próxima primavera. Y hasta puede que funcione. Porque va a ser el mayor negocio de este siglo: cinco o seis mil millones de acongojados humanos esperan por ella, y muchos pagarán lo que se le pida. Probablemente mucho más de lo que cueste: hay mucho hijo de Putin dispuestos a ponerse las botas.