Este año sí ha podido ser. Aquello de que no ir a San Roque porque "(€) cansado de mala noche" las fuerzas no le daban para el doblete este año no se ha cumplido porque hemos peregrinado de otra manera. No se pudo acudir caminando como en ediciones anteriores de la fiesta de la Patrona de Canarias. La peregrinación es un símbolo de la vida misma. Peregrinamos a lo largo de los años. Caminamos hacia objetivos que percibimos como válidos y adecuados a nuestros esfuerzos. Vamos hacia ellos con más o menos dedicación. Y en esta dinámica hemos de optar muchísimas veces. Hemos de tomar decisiones. Y una opción exige renunciar a otras opciones legítimas. Es lo que se llama discernimiento. Entre lo malo y lo bueno es fácil discernir. Entre opciones buenas nos hace falta otro criterio más vocacional.

Quien ha elegido las ciencias en sus opciones académicas ha renunciado, en parte, a las humanidades y las letras. Quien elige unos estudios universitarios renuencia a otras carreras. Es difícil ir, a la vez, a Candelaria y a San Roque. Es lo que pasa con la vida, con toda peregrinación. Para discernir bien hacen falta, a mi juicio, algunos criterios: la capacidad personal, el deseo del corazón, y la cantidad de bien que produce lo decidido.

1.- Yo no puedo hacer aquello para lo que no tengo cualidades. El primer acto de discernimiento es la aceptación humilde de las propias limitaciones, así como la aceptación responsable de las propias capacidades y competencias. Una mirada sincera a lo que podemos. Muchas decisiones erróneas que afectan negativamente al resto de la vida se edifican sobre cimientos de prepotencia o de ceguera. Incluso los padres y educadores que quieren que sus hijos se dediquen a aquello a lo que ellos se dedicaron actúan con un pensamiento irracional, suponiendo que las capacidades también se heredan como los despachos y las empresas. Recuerdo aquella hermosa canción de Alberto Cortés titulada «Bombero» en la que se narra las expectativas familiares ante un recién nacido que terminó siendo letrado cuando lo que deseaba era ser bombero.

2.- Y en este sentido del deseo, este es el segundo criterio que sugiero. Lo que pide el corazón, lo que aparece a nuestro criterio afectivo. Recuerdo que en los momentos de elección de tema para la tesis doctoral se proponía, y de manera seria, que se eligiera un tema que gustara. Porque uno ha de convivir mucho tiempo con la investigación de un tema que, de no responder a nuestro deseo o gusto personal, va a ser una lucha sin cuartel de la que podemos salir heridos y vencidos. Este deseo no es enemigo del criterio objetivo de nuestras cualidades. Debe darse a la vez. Uno debe ser razonable y cordial. Cabeza y corazón a la vez y en la misma medida. Si no lo desea tu corazón, dedícate a otra cosa. Y en ese espacio interior, en ese tuétano de nuestro corazón, habita una cierta lógica de discernimiento fundamental.

3.- Supuestos los aspectos anteriores, no está mal incorporar al discernimiento el criterio del mayor bien posible. El mayor bien para los demás y para la sociedad. Es el criterio de la generosidad y de la solidaridad. Donde yo pueda hacer el mayor bien posible será el lugar en el que sea más feliz. Porque, y esto es fruto de la experiencia de muchas generaciones anteriores, es más feliz quien da que quien recibe. Hemos de trabajar y ganarnos la vida con decoro y honestidad, pero no puede ser el enriquecimiento personal el único criterio. Este un criterio que se dirige al goce, pero la peregrinación de la vida nos exige preocuparnos también por el gozo que no apaga nada ni nadie.

Este año, a Candelaria y a San Roque. Pero para otras ocasiones€, discernimiento.

(*) Delegado de Cáritas diocesana de Tenerife